El “árbol de cristal”, una joya del arbolado regional
| 16 de Noviembre de 2015 | 02:23

Con la primavera definitivamente instalada, después de casi dos meses de idas y venidas, el valioso patrimonio forestal de la Región comienza nuevamente a desplegar toda su exuberancia y su brillo. Y en materia de brillo, no hay como el “Arbol de Cristal”: una joya de la naturaleza que se yergue en la espesura del parque Pereyra Iraola al alcance de quienes se le animen a una breve travesía a pie o en bicicleta.
El centenario ejemplar de “Agathis alba”, que se considera único en Sudamérica -algunos expertos aventuran que su singularidad abarca incluso todo el continente americano-, está en uno de los sectores más profusamente arbolados del histórico predio, dentro de la antigua Estancia San Juan en lo que hoy es el extremo noreste de la Escuela de Policía “Juan Vucetich”.
Caracterizado como “Arbol de Cristal” porque segrega una resina que al depositarse en forma de “lágrimas” en el tronco genera múltiples reflejos, está a unos dos kilómetros de huellas y senderos -inaccesibles para autos- de la estación ferroviaria de Pereyra, en el ex ramal vía Quilmes de la línea Roca.
Perteneciente a la misma familia que las araucarias, fue traído a mediados del siglo XIX por Leonardo Pereyra de Indochina; de los diez retoños introducidos en ese entonces, sólo sobrevivieron dos; actualmente, apenas queda uno.
En los últimos tiempos, la posibilidad cierta de que se trate del único ejemplar en pie en América sumó atractivos a su resplandeciente leyenda; quienes lo vieron a la luz de la luna, recortándose contra la espesura, afirman que no hay un espectáculo igual y que sus ramas realmente parecen moldeadas en una fantástica cristalería.
UN CAMINO AGRESTE
El camino hasta el pequeño claro en el que un enrejado protege el venerable tronco parte desde la estación Pereyra, a la que se llega en automóvil por el camino Centenario y luego tomando la calle perpendicular al arco de entrada al Pereyra, en sentido Río de La Plata.
Desde los andenes, la calle -no apta para automóviles pero sí para bicicletas- se interna en el parque durante un kilómetro, y allí se trifurca: a la izquierda sale un desvío hacia una zona de canteras muy apreciada por los amantes del bici-cross; a la derecha, un sendero agreste y tortuoso hacia el árbol de cristal; y por el centro, la opción menos exigente para llegar al “Agathis alba”.
Esta huella central llega, en 700 metros, a una garita abandonada de la escuela Vucetich. Tres cuadras más allá, aparece semioculto un puente sobre el arroyo Pereyra; cruzándolo, a cien metros, el camino se transforma en un sendero que ingresa a los terrenos de la Escuela de Policía.
Una vez allí, hay que tomar a la derecha hasta cruzarse con el sendero agreste ya mencionado en una curva; a casi tres cuadras de allí, se puede ver en un pequeño claro la copa del árbol buscado, reconocido formalmente como “Monumento Natural Provincial”, emergiendo con claridad sobre el techo del bosque.
UNA JOYA ASIATICA
Originarios del archipiélago malayo y las Filipinas, los “Agathis alba” tienen un porte considerable -pueden alcanzar los 40 metros de altura- y a pesar de pertenecer a la familia de las araucarias no tienen aspecto de coníferas.
No caducifolio, tiene hojas elípticas verdeazuladas y flores muy poco llamativas; el fruto es un cono también con forma de elipse, y su tronco grisáceo con corteza lisa presenta ocasionalmente manchas rojizas. Para reproducirse necesita la cercanía de otro ejemplar.
Es su abundante resina perfumada, denominada “copal de Manila”, la que al acumularse en “heridas” del tronco y horquetas brilla por las noches. Desde tiempos remotos es recogida en cuencos raspando la corteza; en estado viscoso o sólido es utilizada por chamanes, ya que se le atribuyen propiedades analgésicas y bactericidas.
En tiempos contemporáneos, se la usa como materia prima para barnices y revestimientos.
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