Moonlight y Hermia y Helena en el 31°Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
| 21 de Noviembre de 2016 | 00:00

Moonlight de Barry jenkins
Es un gran plano secuencia. Juan, un
afroamericano pandillero baja de su excéntrico auto para controlar la venta de
uno de sus empleados. Ahora la cámara no para de girar en torno a ellos. Parece
empezar una nueva versión del GTA sino fuera por las perfectas actuaciones,
nuestros personajes son reales, y por el hábil despliegue ya que al girar se va
alternando el foco a cada personaje. Sutilmente, muy lejos, fuera de foco,
vemos pasar otro afroamericano en cuero y con jeans. El dealer empleado grita “¡Sí,
agarrenlo!”. Ya estamos en el bajo mundo, negros, drogas y armas, pero en
realidad esta película no es sobre Juan, se trata de Chiron, y no es una
película de pandilleros, es una de amor. Chiron es un niño discriminado. Es
tímido y sus compañeros de escuela le gritan “maricón”. Salvo uno, que lo
incita a pelear para que Chiron demuestre su valentía. Pero empieza la pelea y
los planos se hacen densos, el clima también; algo ha sucedido. Ya adolescente
Chiron y su amigo tienen un hermoso encuentro sexual, pero fugaz. Los años
pasan, ahora Chiron es lo que debía ser, se ha convertido en Juan, un
traficante. Pero nunca dejará de pensar en ese encuentro. No es que el amor se
mas fuerte dice Moonlight, sino que,
el deseo es inquebrantable, a pesar de que tu madre sea adicta al crack, tu
protector sea un dealer macho y pandillero, el deseo no se acobarda, no puede
elegir acobardarse. El amor no gana, sino que nos gana el deseo.
Hermia y Helena de Matías Piñeiro
Matías Piñeiro cuenta que le empezó a interesar este tipo de cine cuando empezó a ir a festivales y no entendía nada. Libre adaptación de Sueño de una noche de verano de Shakespeare, Hermia y Helena trata sobre el viaje de Camila a Nueva York. Seguramente con influencia de las proyecciones en festivales del cine de Chantal Akerman, aquí un viaje, una habitación, una casa, el dejar una casa, entrar en otra, pueden ser un mundo. El plano de una valija vacía puede ser tan apasionante como misterioso. Y cada vez más cuando, cada tanto, por capricho, se vuelve, insistente y anacrónicamente, al pasado para convertir en relato lo que antes era baladí.
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