Brasil, Colombia y el mundo unidos por un profundo dolor

Miles de personas recordaron a las víctimas de Chapecó

E l mundo entero sigue lamentando las consecuencias de la tragedia que protagonizó el club Chapecoense de Brasil en las horas previas a jugar la final de la Copa Sudamericana contra Atlético Nacional de Colombia, y en la víspera se registraron una larga serie de manifestaciones de dolor, con multitudinarias ceremonias en Medellín y en Chapecó, así como homenajes en partidos donde se guardó un minuto de silencio y hubo goles tras los cuales jugadores como Edinson Cavani, el uruguayo del PSG, que levantó su camiseta y dejó ver otra con una inscripción alusiva a la dramática actualidad de Chapecoense.

A propósito de las ceremonias con las que ayer se homenajeó a los muertos que viajaban en el avión que se precipitó a tierra en Medellín, la afición del Chapecoense transformó la tristeza por haber perdido a la mayoría de sus futbolistas en un accidente de avión en orgullo a través de un homenaje lleno de esperanza celebrado en el estadio Arena Condá, la casa de este modesto equipo brasileño.

El acto se produjo a la misma hora a la que estaba previsto el duelo entre el Chapecoense y el Atlético Nacional, correspondiente al partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, el cual se iba a celebrar en Medellín .

“Con mucho orgullo, con mucho amor” o “este sentimiento nunca va a parar” fueron algunos de los gritos entonados en comunión, que unieron a la parcialidad todavía en estado de shock por el trágico suceso, pero que sacó fuerzas para llenar por completo el estadio, con capacidad para 20.000 personas.

Las escenas de desconsuelo de los primeros días se transformaron en una celebración orquestada por las barras, como si de la previa de una gran final se tratara, donde no faltó el gran despliegue del escudo del “Huracán del Oeste”, apodo que recibe el equipo, en uno de los costados del estadio.

No pararon de cantar, salvo cuando la organización del club emitió unos videos cuya banda sonora era el tema “Knockin’ on Heaven’s Door”, en un estadio que en esos momentos se quedó a oscuras, solo iluminado por las pantallas de los teléfonos de los allí presentes.

Algunos hinchas encendieron bengalas mientras se dejaban la garganta al ritmo de los himnos del “Chape”, cánticos que se mezclaron con aplausos improvisados cada vez que pasaba la mascota del equipo, un niño de siete años ataviado con un tocado de plumas indígenas.

En el círculo central del terreno de juego se colocaron un altar y unas decenas de sillas reservadas para amigos y familiares de las víctimas, donde se celebró una misa en recuerdo de los futbolistas.

A la distancia, con velas blancas y lágrimas, miles de aficionados acudieron al estadio de Atlético Nacional para rendir homenaje a quienes serían sus adversarios, el equipo brasileño que prácticamente fue aniquilado en un accidente de avión.

A la que se iba a comenzar el partido, empezó un acto de luto para recordar al que llamaron “el hoy eterno Chapé”: los jugadores del Atlético Nacional salieron al terreno con flores y caminaron conmocionados a través de una cancha que cambió la rivalidad y el jolgorio por los mensajes solemnes de hermandad con la localidad del sur de Brasil, de donde procedía el humilde equipo, que viajaba ilusionado a jugar el partido más importante de su historia.

Después de escuchar marchas fúnebres, el estadio estalló al grito de “íVamos, vamos, vamos Chapé!”. Hubo aplausos y saltos. Se levantaron globos, ramos de flores y banderas blancas. En pancartas gigantes se leía “El fútbol no tiene fronteras”, “Todos somos Chapecoense” y “Chapecoense inmortal”.

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