Pedro Mairal: el hombre que pintó una vida

El personaje de esta historia es un pintor mudo que nunca expuso el gran cuadro que pintó. Una reedición para descubrir o volver a disfrutar al autor de “Una noche con Sabrina Love”

Por MARCOS NUÑEZ

En un pueblo remoto de la provincia de Buenos Aires –remoto, pero no ignoto: conocemos su nombre, Barrancales– vivió Juan Salvatierra. Un hombre mudo y diminuto; mudo de hecho, porque después de un accidentado paseo a caballo a los 12 años no volvió a hablar, y diminuto porque trabajó cincuenta años como empleado del correo local en un viejo edificio de techos altos y puertas desmesuradas hecho a medida para gigantes, en el que Salvatierra debió parecer un enano .

Sin embargo, Salvatierra, lejos de haber sido un hombre gris, fue puro color: era pintor y dejó, a su muerte, una obra de sesenta y cinco lienzos, o bien, una única pintura de cuatro kilómetros de largo. Como un río, su pintura fluye de una pieza a otra, con transiciones que impiden cortar esa obra descomunal. No hay márgenes, no hay límites. Es un todo contínuo.

El narrador de esta historia es quien quiere sacar del anonimato la obra del artista; se trata de otro Salvatierra, su hijo. Cada lienzo es un rollo de más de doscientos metros y Miguel Salvatierra sabe que cada uno de esos rollos corresponde a un año en la vida de su padre. Por eso, cuando descubre que falta la tela que corresponde al año 1961 se obsesiona con ella.

En su novela, Mairal propone una búsqueda, que no es sólo la búsqueda de un cuadro, de un objeto material, es más que eso: es la búsqueda de un pasado, de una historia y de verdades. Tal vez sin proponérselo, Miguel se encuentra con su padre, con el que fue su padre. Arriba de una bicicleta herrumbrosa recorre los caminos por los que anduvo Salvatierra. Y, como todo aquel que busca, Miguel descubre cosas.

“Encontrar el tramo faltante era algo que necesitaba hacer para que el cuadro no fuera infinito”, dice el protagonista, y añade: “Si faltaba un rollo, no iba a poder mirarlo todo, conocerlo todo, y seguiría habiendo incógnitas, cosas que Salvatierra quizá había pintado, sin que yo lo supiera. Pero si lo encontraba, habría un límite para ese mundo de imágenes”.

En esta novela hay una pintura-río, una pintura que fluye, porque los escenarios y los personajes componen escenas que se encadenan; la materia de la que se valió Salvatierra para pintar esos lienzos no es más que su memoria, sus recuerdos. Nunca se pintó a sí mismo, no hay un solo autorretrato en los 4 kilómetros de cuadro, pero ver esos lienzos es ver la vida a través de Salvatierra.

También hay otro río en la novela, un río con márgenes y aguas profundas, sucias. A la vera de este río se levanta el pueblo de Barrancales. Del otro lado, en la margen opuesta, está Uruguay, y hasta allá llegará el protagonista para buscar la pieza que falta.

Pedro Mairal conoció la fama hace casi dos décadas con su novela “Una noche con Sabrina Love”. Desde entonces compuso una obra sólida que va de la novela a la crónica, pasando por la producción de cuentos y la escritura de una novela en sonetos. Salvatierra fue publicada en 2008 y reeditada por Emecé en 2016. Entre medio, la novela se tradujo a once idiomas.

Salvatierra es la historia de un hombre anónimo, una historia pequeña. Pero como toda buena historia pequeñas, es una historia universal. La novela habla del reconocimiento, de los deseos de un artista, de sus miserias. Y, tras cerrar el libro, deja reverberando en el aire una pregunta: ¿por qué el artista, en este caso un pintor, pinta su obra? ¿Por el reconocimiento o, sencillamente, por el placer de hacer?

 

SALVATIERRA
Autor: Pedro Mairal
Editorial: Emece
Páginas: 160
Barrancales
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MARCOS NUÑEZ
Miguel Salvatierra
Sabrina Love
Uruguay

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