“Bienvenidos a Neuróticos Anónimos”

Menahem y Sánchez Sotelo se expresaron en un alto del rodaje, una mañana de lluvia en el centro porteño y en el primer piso de una casona antigua hay unas diez sillas dispuestas en círculo. De la pared cuelgan, entre otros ridículos carteles, uno que anuncia: “Bienvenido a Neuróticos Anónimos”. El nombre de la escena es “Escuela grupo ayuda al suicida” y comienza con la llegada de Julia y Alejandro a un encuentro con personas que ostentan claros desórdenes mentales.

El terapeuta da inicio a la escena: “Bienvenida Julia. Todos nosotros hemos sufrido durante años ansiedad, soledad, miedo y otros tormentos. Muchos de nosotros hemos recibido por años tratamiento psiquiátrico, médico o religioso. Hemos tomado miles de tranquilizantes, antidepresivos, píldoras para dormir y otras drogas”.

Mientras, Julia revisa los otros carteles que adornan el cuarto: “Para ser miembro de N.A. basta considerarse una persona con disturbios emocionales, con el sincero deseo de sanar”. Y es cuando el especialista admite que “hay un punto de dolor donde sólo queremos morir y la ayuda nos molesta”, ella sale saltando -tiene una pierna y un brazo enyesados- apoyada en dos muletas.

Llega el mediodía y el director anuncia “corte” para ir a almorzar. El grupo de neurópatas se disgrega y Menahem señala que “es gente que uno ve todos los días en todos lados, que no se atreve a jugarse en la sociedad, a intimar con otros”.

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