La biografía de un genio
| 10 de Julio de 2016 | 02:23

A los 15 años se convirtió en el Gran Maestro más joven de la historia, tras ocupar el quinto puesto en el Internazional de Potoroz, en la ex Unión Soviética. La genialidad de Robert James Fischer, nacido un 9 de marzo de 1943 en Chicago pero criado en Nueva York, tiene como punto de partida a un coeficiente intelectual de 184, cuando el denominador común del resto de los mortales es de entre 100 y 110. Su padre, Gherard Fischer, fue un físico alemán que se refugió en Estados Unidos y que abandonó en 1945 a su familia. La madre de Fischer era una enfermera judía, criada en Suiza, llamada Regina Wender, quien además tuvo una hija llamada Joan, seis años mayor que Robert. Precisamente su hermana Joan, quien prácticamente lo crió cuando se trasladaron a Brooklyn, le regaló a Bobby un juego de ajedrez. Ambos aprendieron a jugar y a mover las piezas leyendo las instrucciones de la caja que contenía el tablero. El ajedrez atrapó el genio y se convirtió en una pasión irrefrenable que lo llevó a abandonar la escuela, pese a los ruegos de su madre y Joan. A los 7 años se unió al club de ajedrez de Brooklyn, donde su presidente, Carmine Nigro, se encargó personalmente de su formación. Esa obstinación y amor por el ajedrez lo llevó a convertirse a los 14 en campeón de los Estados Unidos y a los 15 en Gran Maestro, en el torneo interzonal de Potoroz, Yugoslavia. Ya nada detendría al estadounidense, un hombre generalmente malhumorado, con problemas de conducta y que sentía rechazo por la prensa. En 1971 Fischer estuvo en Buenos Aires jugando el match que lo clasificó para enfrentar al soviético campeón Boris Spassky en la búsqueda del título mundial. Fischer venció al armenio Tigran Petrossian, en la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín, al sumar 6 puntos y medio en la novena partida. Pero la gloria llegó para Fischer el 1 de setiembre de 1972, cuando luego de 21 partidas se consagró campeón mundial superando a Spassky en Reykjavik, la capital de Islandia. Fischer lloró de alegría, debido a que había cumplido el sueño de ser monarca mundial y romper la hegemonía soviética en el ajedrez, entre 1948 y 1972. Ese fue también el final de su carrera y su última partida oficial. En 1975 tuvo que defender el título frente al aspirante ruso Anatoly Karpov, pero sus exigencias fueron inaceptables para la FIDE y ésta lo despojó del título por incomparecencia. En 1992 Fisher jugó un encuentro de exhibición conmemorando los 20 años del match ante Spassky (nacionalizado francés) y el mismo se desarrolló en la antigua Yugoslavia, venciendo nuevamente a su rival. Le costó caro ese viaje al genio, pese a que ganó tres millones de dólares. Estados Unidos había bloqueado Belgrado y su viaje a Yugoslavia fue considerado como una traición a su país y pasó a ser fugitivo del FBI y de la CIA.
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