Los republicanos, ante un duro desafío

Estas semanas se produjeron una cascada de deserciones en torno a Donald Trump que sumieron al partido Republicano en la más profunda división en relación a su candidato a la presidencia en más de 50 años.

El punto culminante del conflicto de las elecciones generales del partido Republicano moderno se produjo en 1964 cuando Barry Goldwater, como representante de un movimiento conservador emergente ganó la nominación a pesar de la resistencia del por entonces dominante establishment del Este. Pero los reparos de los republicanos en torno a Trump superan incluso la lucha por Goldwater. El disenso alcanzó su punto culminante con una carta de 50 ex funcionarios de seguridad nacional conservadores que lo denunciaban; la declaración de la senadora Susan Collins de Maine diciendo que no lo apoyaría o ex miembros del Parlamento que apoyaron a Hillary Clinton.

Ya sea que Trump alcance a Clinton en noviembre, quizás el mayor interrogante que enfrentan los republicanos sea si estas fracturas ocasionadas por su tempestuoso candidato desatará un cambio de poder perdurable, así como sucedió a raíz de las divisiones en torno a Goldwater, a pesar de su resonante derrota frente a Lyndon Johnson.

Entre 1940 y 1960, el establishment del partido Republicano - globalizador en asuntos exteriores y centrado en Wall Street- escogió de manera fiable al candidato. Pero cuando surgió Goldwater, abogando por un conservadurismo más confrontativo arraigado en el sur, ese establishment demostró ser incapaz de detenerlo, como sucede con los líderes actuales del partido que dudan de Trump.

El centro del partido no sintió urgencia por detener a Goldwater sino hasta que este votó en contra de la ley de Derechos Civiles en junio de 1964. Como sucede en la actualidad con los críticos de Trump, quienes desconfiaban de Goldwater temían que este fuera a redefinir peligrosamente al Partido Republicano con rasgos racistas.

Otro contraste es la concentrada oposición a Trump del liderazgo de la seguridad nacional del Partido Republicano. La carta de esta semana de ex funcionarios de seguridad nacional republicanos declarando que a Trump “le falta el carácter, los valores y la experiencia para ser presidente” representa un ataque más agudo a la aptitud del nominado que cualquier grupo disidente en contra de Goldwater.

En 1964, las profundas fisuras del Partido Republicano contribuyeron a la victoria aplastante de Johnson. Pero finalmente las fuerzas de la moderación perdieron el control del partido ante los conservadores que lo elevaron. Ronald Reagan, suavizando algunos elementos clave, siguió un camino ideológico y geográfico semejante al de Goldwater hacia la victoria 16 años más tarde, pero al precio de definir al Partido Republicano de manera que finalmente alejó a los estados del noreste y de la Costa Oeste. La “estrategia sureña” de Goldwater de cortejar a los conservadores blancos, más tarde reforzada por Nixon y Reagan, también alienó eternamente a los afroamericanos.

La división del partido Republicano por Trump podría anunciar otra reconfiguración. Trump representa una victoria para una facción en ascenso del partido, en su caso trabajadores blancos atraídos por su nacionalismo racista. Y como esos antecesores, Trump también podría precipitar pérdidas históricas entre votantes en los que previamente confiaba su partido, como blancos con estudios superiores, o que esperaba sumar, como hispanos y otras minorías. Si Goldwater fuera una guía, las repercusiones de las posturas de Trump reestructurarán al partido Republicano mucho después de noviembre, gane o pierda Trump.

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