Vampiros en el cine: cómo llegamos a los chupasangres domesticados del siglo XXI

Una charla repasará la evolución de la figura, en una velada ambientada para la ocasión y que tendrá bebidas, disfraces y música

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Quienes se apersonen mañana en el CUA, el Centro Universitario Azuleño ubicado en 47 entre 11 y 12, desde las 19.30 creerán haberse perdido y, como ocurre a tantos personajes del cine de vampiros, toparse de golpe con una mansión gótica y ominosa: así lo pretendieron los organizadores del Ciclo de Cine Videodromo, que durante este mes proyectan en sus dos funciones semanales (domingo en el Bar La Ferretería y lunes en el Select) cine de vampiros, junto con el Taller de Cine y Filosofía, que dicta Augusto Ricardo en el CUA, quienes esta noche ambientarán el centro con decorados y música alusiva para brindar una charla sobre la estrecha relación entre vampiros y cine.

La charla, que contará además con fotografías de Clara Marconato, bebida y comida, y a la que los organizadores instan a ir disfrazados, será a la gorra (el lugar tiene capacidad limitada) y trazará “un recorrido por las distintas interpretaciones que ha tenido el mito del vampiro en la pantalla cinematográfica, desde la primera adaptación no reconocida de la obra de Bram Stoker, “Nosferatu” de Murnau, hasta la actualidad”, explica Roberto Astami, organizador de Videodromo.

La charla atravesará así las películas de Tod Browning y la Hammer hasta alcanzar “la expresión del mito vampírico en la contemporaneidad”, buscando “vincular las modificaciones que se dieron a lo largo de la historia de lo vampírico con los distintos procesos históricos que fueron acompañando esas alteraciones”.

DISTINTOS VAMPIROS

“Nosferatu” de Murnau, por ejemplo, refiere Astami, “de alguna manera anticipaba el ascenso del nazismo” y “reflejaba la crisis que se vivía en Alemania”. “En los 60 el mito vampírico va a reflejar a partir de cierta erotización de las imágenes los cambios políticos que se vivían, la revolución sexual y cultural”, mientras que “en los 70, vemos una suerte de respuesta, de intento de represión: el cine de terror se vuelve un elemento disciplinante de la sociedad, que busca dar marcha atrás con esos terrenos de libertad que se habían conquistado”, adelanta Astami sobre los conceptos que se charlarán en el CUA.

En esa década, agrega, “se homologa el peligro del vampirismo al peligro del consumo de drogas: hay una problematización de lo sanguíneo, aparece como algo contaminado y por ende susceptible de contaminar. Y la sexualidad, por otro lado, es vista como un elemento que precede cierta instancia de peligro”: es el inicio del camino hacia el vampiro del siglo XXI, un vampiro adocenado que Astami afirma está “domesticado”.

“La última construcción del vampiro”, la de la saga “Crepúsculo” replicada en tantas otras películas de este siglo, “es la de un vampiro domesticado, totalmente integrado en la sociedad: antes el vampiro representaba ese elemento que rivalizaba con la sociedad moderna, que estaba ubicado a las afueras del centro de la revolución industrial, era visto como ese elemento que llegaba desde ese mundo foráneo a perturbar el orden social moderno; pero en la actualidad esa figura aparece integrada a la sociedad

EL METROVAMPIRO

Los vampiros en Crepúsculo van a la secundaria, ejercen de médicos, tienen una mansión supermoderna, manejan autos modernos”, enumera.

“Incluso”, afirma, “se dejan afuera cuestiones que tenían que ver con la construcción de la figura vampírica, como la exposición a la luz solar, lo que hace que estas nuevas manifestaciones pierdan cierto carácter de ambigüedad que hacía a la figura”.

“Estamos hablando de una figura que oscila entre la vida y la muerte, y eso que antes se reflejaba en Murnau en esa concepción expresionista del contraste entre luces y sombras, en la actualidad se pierde: la luz gana terreno, aquel lugar que era susceptible de ser explorado e imaginado por parte del espectador es anulado. Y de esa forma también se anula al espectador”, analiza Astami. Si, como dijo Derrida, “el fantasma es, en efecto, más efectivo, más poderoso, que lo que se le contrapone, digamos, la sensatez y la realidad”, ese poder evocador de lo fantasmático, lo abismal, que existía en el cine vampírico, se ha ido diluyendo hasta llegar a Robert Pattinson.

 

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