Ellos también aprenden a jugar con las muñecas

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La primera idea de la industria robótica fue crear muñecas sexuales logradas y atractivas, capaces de convertirse en novias para siempre. Pero como los novias nunca son para siempre, ahora prefirieron ofrecerlas compartidas, como enseña la experiencia.

Hace ocho meses se abrió en Barcelona un burdel de muñecas. Pero no funcionó. En plena gesta independentista, esta forma de sometimiento, aunque sea con señoritas siliconadas, dejaba mal parada a una militancia que por un lado exigía libertad y por el otro alquilaba sumisión.

Ahora, se instaló en Bogotá un negocio de muñecas sexuales hiperrealistas como “alternativa” a la prostitución. La empresa El Distrito alquila cuatro modelos con el objetivo en el futuro de abrir una casa de citas. El negocio es arrendar putas de mentira para darle el gusto a una clientela que goza más con las compartidas que con las exclusivas

La industria robótica crece a pasos agigantados. Japón, Alemania y California las hacen cada vez más naturales y golosas. Sus productos son tan perfectos, que algunos desilusionados con la realidad ya piden que no se parezcan demasiado a las verdaderas. El sexo con muchachas artificiales es una modalidad cada vez más usada. Las mujeres vienen tan complicadas que muchos sólo apuestan a las representaciones. Por suerte la industria y la ciencia ofrecen un repertorio de sustitutos y refuerzos como para poder achicar penas y percances. Como los clientes cada vez piden más prestaciones, las fábricas de chiches prostituidos han introducido tecnología para lograr que las muñecas retribuyan con expresiones faciales la performance de su inquilino. Incluso, para esos pervertidos que gozan desnudándose o masturbándose con público, práctica muy de moda, hay muñecas de ojos grandes que miran con ganas y animan mucho al pajero entusiasta.

El sexo con muchachas artificiales es una modalidad cada vez más usada

El prototipo que acaba de llegar a Colombia se puede alquilar por horas. “Es una alternativa ante la problemática con los altos índices de prostitución que hay en Bogotá “, dice Patricia Gutiérrez, directora ejecutiva de El Distrito. En la capital de Colombia, 23.426 mujeres ejercen esta actividad, según un informe del ayuntamiento publicado en enero. El 91% aseguraron haber sido maltratadas verbalmente; el 61%, sufrieron violencia física; el 28,3% fueron abusadas sexualmente, y el 21%, víctimas de algún abuso policial. “Creemos que aportaríamos un granito de arena al problema” al poder reemplazar a las legítimas en el sexo y en la paliza, concluye Gutiérrez

El Distrito lleva tres semanas alquilando muñecas por horas. Los precios oscilan en los 50 dólares, con tarifa especial por noche completa. Aunque hay una mesas de saldos a precios de liquidación con muñecas baqueteadas, tan reales, que hasta dan señales de hastío cuando el cliente se esmera demasiado en la cama. “Pero también, como las mujeres nos consultan mucho –dice Patricia- , en unos seis meses traeremos dos robots masculinos”, ejemplares bien dotados, mimosos y aguerridos que van a entretener la patrona cuando el santo ponga la libido sólo en el Mundial.

Pero la expansión de estas muñecas articuladas, ya generó resistencia. Primero, de las prosti de carne y hueso, que hablan de competencia desleal de travestis y muñecas. Después, el ataque viene de una “Campaña Contra los Robots Sexuales” liderado por Kathleen Richardson, especialista inglesa en ética robótica. Ella plantea que el desarrollo de estas muñecas reforzará aún más las asimetrías de poder entre el varón y la mujer. Creen que puede presentar “riesgos”, como el incremento de la cosificación de las mujeres, el aislamiento de los hombres o “la alteración de la percepción en cuestiones de consentimiento”, un atajo muy frecuentado entre los abusadores de estos días. Y el feminismo ve con malos ojos a estas replicantes que ponen a la encamada virtual como fuerza salvadora y salida laboral. Sobre todo, critican el cambio de rol de los chiches caseros, que antes alegraban al hijo y ahora complacerán al papá.

 

(*) Periodista y crítico de cine

 

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