Las nuevas tecnologías y nuestra energía vital
| 11 de Febrero de 2017 | 02:47

Es la llamada generación de nativos digitales (los nacidos desde 2000) la que tiene un vínculo más orgánico con las nuevas comunicaciones: estas se ensamblan al resto de su realidad de forma casi natural. En cambio, quienes fuimos testigos de la evolución espectacular de la telefonía celular y la globalización, lo incorporamos a nuestra cotidianeidad sin dejar de asombrarnos de su crecimiento veloz.
No importa la edad que se tenga; nunca es tarde para sumarse al club. Si quedaban algunos rezagados, esos que se cansaron de hablar pestes de las redes sociales en reuniones de amigos, lentamente bajaron la guardia y se extinguieron como un fuego débil bajo la llovizna, rendidos ante los beneficios ganados para la vida moderna.
Sin embargo, no son pocas las alertas ante el imperio digital. La mirada apocalíptica – y muchas veces profética- acerca de la omnipresencia de la tecnología, fue históricamente recreada por el mundo de la ficción. Hay muchos casos, el francés Julio Verne previó la llegada del hombre al satélite natural ya en el siglo XIX con su novela De la tierra a la luna; el británico Orson Welles habló de la manipulación de la información y el control social en su obra maestra, la novela política de ficción distópica, 1984; de hecho se dice que hoy vivimos en una “sociedad orwelliana”. Aldous Huxley también se anticipó con genialidad en su novela futurista Un mundo feliz (1932).
La mirada apocalíptica acerca de la tecnología actual en la ficción va más allá del peligro de quedar subyugados al encanto narcótico y alienante de la realidad virtual, y de vivir vigilados como en el Gran Hermano. Tal el caso de la serie de televisión británica Black Mirror, una ficción distópica que narra la adicción humana al Smartphone y sus probables y terribles consecuencias: un capítulo, por ejemplo, trata de que la calidad de vida real de una persona depende la cantidad de likes que reciban sus posteos; ahí la fuerza centrípeta de lo virtual de la tecnología hace mella en el terreno íntimo de la persona. También está el caso de la película The Matrix, (1999), que muestra un mundo exterminado donde la realidad tal como la conocemos es apenas una proyección, y las máquinas se nutren de humanos en cultivo, mientras un puñado de valientes intenta alcanzar la redención.
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