Las rutas desbordadas empañaron otra vez el turismo de fin de semana

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Una vez más el desplazamiento de miles de turistas hacia distintos lugares turísticos –en esta oportunidad, a raíz del feriado largo que corrió por las festividades del Carnaval- se vio gravemente entorpecido a raíz de los extensos y prologados embotellamientos que se producen en sectores críticos de las rutas 11 y 2, que para muchos automovilistas convirtieron el viaje en una pesadilla, con gente que tardó hasta 18 horas para llegar a Mar del Plata desde nuestra ciudad.

Tal como se informó, el sábado a la noche pudo verse a automovilistas instalados con reposeras en la banquina. Como llevaban horas atascados y el las temperaturas elevadas impedían permanecer tanto tiempo en el auto, optaron por apelar a esa alternativa. De esa manera, como es lógico presumirlo, se frustraba para mucha gente la posibilidad de descansar algunos días en la costa atlántica.

El primer y lógico interrogante que se planteó mucha gente fue el conocer los motivos por los cuales las autoridades –a pesar de las tantas experiencias negativas registradas en los últimos años- no ponen en funcionamiento mecanismos que agilicen la circulación vehicular, de modo de impedir tantos congestionamientos y embudos inexplicables. Esa eventual definición, aunque más no fuera coyuntural, podría compensar el hecho de que la mayoría de nuestras rutas no se encuentran a la altura de las necesidades.

De allí que resulte imperativo reclamar a las autoridades que tomen medidas para intentar disminuir los obstáculos, tan conocidos como habituales y difíciles de superar. Trastornos que, en oportunidades, se vieron críticamente agravados por distintos tipos de protestas que se extendieron a lo largo de la ruta 2 y del tramo de la autopista La Plata-Buenos Aires que conecta con las vías atlánticas.

Está por demás claro que el descontrol y la anarquía se hacen cargo de las rutas en casi todos los fines de semana largos y que, de no encontrar las autoridades soluciones perentorias, no sería improbable que mucha gente decida finalmente quedarse en sus casas en lugar de verse obligada a soportar toda clase de abusos y peligros. Desde luego que los especialistas en el tema vial conocen las diversas fórmulas existentes, a las que se debiera recurrir, mediante las cuales puede agilizarse el tránsito. Ello no implica, siquiera, la necesidad –desde luego que muy costosa- de agregarle carriles a las rutas troncales.

Ya se ha dicho que estas sucesiones de jornadas festivas no son sorpresivas, sino que se las dispone con suficiente anticipación en el calendario oficial. Ello no ha impedido que, en la práctica, pareciera que cada una de ellas tomara por sorpresa a las autoridades, ya que no atinan a adoptar medidas y planificaciones que resulten eficaces para impedir estas molestias y peligros en las rutas.

Realmente, la sensación de desamparo que se apodera de los miles y miles de turistas, abandonados en los caminos, como dice el refrán, a la buena de Dios, obligados a soportar embotellamientos y larguísimas esperas, resulta inmerecida para quienes no sólo pretenden pasar unos pocos días de descanso sino que también contribuyen decisivamente con un resorte tan vital para la economía como lo es el del turismo.

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