Juicio abierto a William

Edición Impresa

Por Irene Bianchi

“Señor Shakespeare, soy Shylock”, de y por César Palumbo. Operación técnica: Facundo Quintana. Vestuario: Malena Cadelli. Dirección: César Palumbo. El Altillo del Sur, calle 1 casi 67

Recordemos brevemente la trama de “El Mercader de Venecia”, obra escrita por William Shakespeare entre 1596 y 1598.

“Bassanio”, un noble veneciano venido a menos, le pide a su amigo “Antonio” 3.000 ducados para conquistar a “Porcia”. Al tener todo su capital invertido en barcos, Antonio a su vez gestiona un préstamo, solicitándole dicha suma a “Shylock”. Este le entrega los ducados, no sin antes firmar un contrato en el que se consigna que si Antonio no devuelve el dinero en la fecha pre fijada, tendrá que ceder, a modo de indemnización, una libra de carne de su cuerpo, del sector que Shylock elija.

Shakespeare presenta a Shylock casi como el estereotipo del judío usurero, frío, calculador e insensible. De ahí que Harold Bloom, entre tantos otros críticos, haya afirmado: “Tendría uno que ser ciego, sordo y tonto para no reconocer que la grandiosa y equívoca comedia de Shakespeare “El mercader de Venecia” es una obra profundamente anti semita”.

Sin embargo, en una segunda lectura, también se puede descubrir una crítica a la discriminación hacia cualquier minoría. En ese sentido, el psicoanalista Salomón Reznick, afirmó: “Shylock no es la encarnación de su raza, sino de todos los seres oprimidos, puesto que en sus discursos podríamos reemplazar la palabra “judío” por la de “proletario”, “negro” o “subversivo”, y obtener el mismo resultado.”

Los “cristianos” de Venecia, que usan pero desprecian a los prestamistas como Shylock, no dudan en despojarlo de todas sus pertenencias y hasta de su única hija, además de forzarlo a renunciar a su credo. En este sentido, habría también aquí una mirada “anti-cristiana” del autor.

Es una obviedad decir que no necesariamente los personajes pergeñados por un autor verbalizan la ideología del mismo. Sí, en cambio, pueden ser un medio para desenmascarar los prejuicios e hipocresía de la sociedad de cualquier época.

César Palumbo, con un enfoque pirandelliano, se basa en esta interesante ambigüedad que ofrece la pieza de Shakespeare, para ponerse en la `piel de Shylock e interpelar al autor, recriminándole el haberlo pintado como una burda caricatura, despreciando a su pueblo. La propuesta de Palumbo gana en dinamismo e interés cuando el actor encarna a los demás personajes interactuando con Shylock, pero pierde y se pincha cuando cae en un tono discursivo, monocorde y plañidero, casi sin matices, Despojar a esta comedia negra de toda su ironía, y llevarla al oscuro y denso terreno de la tragedia pura, conlleva ese riesgo. Una mayor dosis de teatralidad, de juego escénico, ayudaría sin duda a tornar esta original interpelación en un producto más atrapante, restándole solemnidad.

 

 

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