Una sucesión de ataques en casi tres semanas

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La seguidilla de ataques contra Fernando Cartasegna, que derivó en el tiroteo de ayer, arrancó a fines del mes pasado, cuando él estaba finalizando su turno en la UFI 4.

Según denunció, el sábado 29 de abril lo golpearon dos hombres y una mujer vestidos con uniformes policiales, que lo interceptaron en 8 entre 57 y 58 y lo amenazaron de muerte.

Al día siguiente se metieron en el garaje de su casa de Gonnet, golpearon a su perra, tiraron a la vivienda vecina a un pato que tiene como mascota y le dejaron planfletos con leyendas que decían: “Conozca el próximo Nisman” o “Muerte a Nisman”. Esos mismos panfletos aparecieron el lunes 1 de mayo, que era feriado, pegados en distintos sectores de las fiscalías.

A partir de ese momento le asignaron al fiscal una custodia móvil de dos policías bonaerenses, aunque eso no evitó que el 3 de mayo se produjera el incidente más grave. Pasó en el despacho del propio Cartasegna en los tribunales de 7, 56 y 57, después de que atendió a un grupo de mujeres vinculadas con la víctima de un asalto mortal.

Ese día el fiscal había mandado a la custodia a revisar su vivienda, aclarando que no tuvo miedo de hacerlo porque consideraba a su despacho “un lugar seguro”.

Una vez que se quedó solo cerró con llave la puerta y trabó la ventana por la que se atiende al público. Fue en ese lugar donde un hombre lo sorprendió por la espalda colocándole un lazo en el cuello. Describió el fiscal que con una mano su agresor le sujetaba el cable contra la nuca de modo de obligarlo a mantener la cabeza recta, mientras con la otra le presionaba la espalda. Lo saludó, antes de anunciarle: “Nos vamos a manejar por acá y vamos a juntar unas cosas”.

En su testimonio refirió Cartasegna que el agresor lo amordazó con cinta adhesiva, después de forzarlo a meterse en la boca varios post it (papeles de colores), porque él “le hablaba tratando de convencerlo de que se fuera”. Reveló que lo paseó por las distintas dependencias de la fiscalía, que le hizo apoyar las manos en el escritorio de un despacho y, luego, en el de Trata de Personas, arrodillarse “para rezar, porque se iba a morir”.

Con los papeles convirtiéndose en una masa que le impedía respirar, Cartasegna no podía emitir más sonidos que gruñidos, mientras el delincuente -al que, aclaró, sólo llegó a verle la frente en el reflejo de un vidrio- le sugería con voz suave que pensara en sus hijos.

En ese momento el fiscal tuvo la sensación de que lo estaba filmando con un celular, “por el reflejo de una luz”. Luego le ordenó que entrara en su oficina “en cuatro patas, como un perro”, y señalándole un sector donde había varios expedientes, le indicó “por esta causa es que te estás muriendo”. Cartasegna declaró que no intentó resistirse porque no sabía qué era lo que le presionaba la espalda . Finalmente, con azúcar lo hizo escribir la palabra “Nisman”, obligándole a lamer de costado cada letra que “no le gustaba cómo quedaba”.

Cartasegna fue rescatado poco después, maniatado, inconsciente y en shock.

 

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