Todos podemos ser muchos

Edición Impresa

Por Irene Bianchi

“Casa Valentina”, de Harvey Fierstein. Elenco: Diego Ramos, Roly Serrano, Fabián Vena, Pepe Novoa, Boy Olmi, Mario Pasik, José María Muscari, Cristina Alberó, Paula Morales. Escenografía: René Diviú. Vestuario: Pablo Battaglia. Dirección: José María Muscari. Teatro Municipal Coliseo Podestá.

Harvey Fierstein es un autor conocido entre nosotros. Hace años vimos “Algo en común”, protagonizada por Ricardo Darín, Ana María Picchio, Silvina Bosco, y un debutante Nicolás Cabré. Y no hace mucho, aquí mismo, en La Plata,“La Jaula de las locas”, en la versión de quien ahora dirige “Casa Valentina”, que se presentó en dos funciones a sala llena en el Teatro Municipal Coliseo Podestá.

La acción de “Casa Valentina” transcurre en un pequeño hotel-resort, en las afueras de Nueva York, en los primeros años de la década del ’60. Allí acuden un grupo de habitués, hombres a quienes les gusta vestirse y “lukearse” como mujeres (cross dressers). Ellos se declaran heterosexuales. De hecho, todos están casados con mujeres, y la mayoría tiene hijos. Algunos de ellos, incluso, “aborrecen” a los homosexuales y buscan diferenciarse de ellos. ¡Que no los confundan!

El conflicto se desata cuando uno de ellos, “Georgina” (Fabián Vena), insiste en “salir de la clandestinidad” y convertir al grupo en una organización oficialmente reconocida. Pero para ello todos deberán dar sus datos personales (nombre, apellido, profesión y domicilio real), y asegurar que ninguno de ellos es un “gay infiltrado”.

Salvo el dueño de casa “Renzo” alias “Valentina” (Mario Pasik), casado con “Rita” (Cristina Alberó), la proveedora de pelucas, con quien está todo blanqueado desde un comienzo, los demás “cross dressers” mantienen ocultas estas escapadas, con coartadas más o menos creíbles.

La obra gana cuando mantiene el tono de comedia. Es más, cuanto más bizarra se muestra, más atractiva resulta, con un desopilante desfile de “Drag Queens”. Pero pierde, y mucho, cuando se torna seria, solemne, con un tono moralizador que produce un verdadero “anti-climax”.

En cuanto a la interpretación, hay trabajos sobresalientes. Diego Ramos tiene una presencia que, por momentos, opaca al resto. Su “Gloria” es descomunal, no sólo por su tamaño sino por su magnetismo. Imposible sacarle los ojos de encima, aun cuando no ocupe el centro de la escena.

Roly Serrano también se destaca en la piel de “Gogó”: un maestro de los tonos y la transiciones, al igual que Boy Olmi, “Poupèe” (muñeca), el Juez que esconde un secreto. Fabián Vena le otorga a su “Georgina” un tono maléfico y perverso. Su personaje aprieta y extorsiona, y su rechazo al mundo gay esconde seguramente a un homosexual reprimido. Pepe Novoa compone una “Marga” sabia, con la templanza que le da la veteranía. Mario Pasik, el anfitrión, tironeado entre sus apremios financieros y su lealtad al grupo, en una composición sutil. La Alberó, esa mujer tolerante y comprensiva, obligada por las circunstancias a ver lo que nunca antes admitió. En cuanto a “Lucas” /“Miranda”, el “nuevo”, a cargo de Muscari, resulta el menos logrado. Muscari es indiscutiblemente un muy hábil director y puestista (cosa que demuestra una vez más en “Casa Valentina”), pero –en esta ocasión- no está a la altura del resto del elenco en cuanto a su composición actoral. Correcta Paula Morales

Muy lograda la ambientación escenográfica de Renés Diviú. El vestuario de Pablo Battaglia es deslumbrante: uno de los platos fuertes de la propuesta. Bien elegidos los temas musicales, y sugerente la puesta de luces de Eli Sirlin.

Lamentablemente, es frecuente que las compañías en gira no traigan programas de mano, como en este caso. Por respeto a los espectadores, deberían hacerlo siempre.

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