Zar del mercado negro más grande de Latinoamérica

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Jorge Castillo es la cara más visible del complejo de ferias informales más grande del país. Públicamente siempre se declaró en contra de la falsificación de marcas, pero en su territorio el dinero circula en efectivo, sin facturas y en medio de presiones y negocios turbios, con una recaudación que superaría los 300 millones de pesos diarios. Y abre dos veces por semana. “Mientras que ladren los perros, es señal que cabalgamos”, decía Castillo minimizando las denuncias periodísticas, y remataba: “La Salada siempre mide”.

El mercado de La Salada nació en 1991 con un pequeño grupo de bolivianos asentados en el predio de un antiguo complejo de piletas. Creció durante el menemismo y en los últimos años llegó a ocupar 20 hectáreas con más 7.000 puestos. Hoy es el paraíso de las marcas truchas, producidas en talleres clandestinos.

Castillo es dueño reconocido de la feria Punta Mogote, uno de los tres predios legales en La Salada, admite ser propietario de la feria de Bogotá y Nazca, en Flores, y de algunas sucursales en otras provincias. También fantaseó con instalar una en Miami.

El complejo tomó dimensión internacional cuando el diario El País, de España, lo calificó “el mercado negro más grande de América Latina”, según la justicia de Estados Unidos.

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