Alberto Luchina

Su fallecimiento

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Investigador y docente de trascendencia internacional, dirigente comunitario de vasta trayectoria y fundador de un centro de salud que marcó un hito en la historia local, Alberto Luchina fue protagonista destacado de la vida platense. Su fallecimiento, a los 81 años, provoca hondo pesar entre quienes valoraron su compromiso con la Ciudad, su aporte científico en el terreno de la oncología, y el legado que se refleja en las sucesivas generaciones de profesionales que supo formar desde las aulas de la UNLP.

Hijo de los comerciantes Clara Krakoff y Samuel Luchina, hermano de María, Alberto Marcos nació el 10 de abril de 1936. Tras pasar por la Escuela Nº37, en 2 y diagonal 80, completó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional y se inscribió en la facultad de Ciencias Médicas, de cuyos claustros egresó tras especializarse tanto en clínica como en oncología.

En el terreno dirigencial, a fines de los años ‘70 y comienzos de los ‘80 fue presidente y secretario general de la Asociación Argentina de Oncología Clínica, período en el que introdujo las “reuniones anuales de trabajos” de la entidad, que se convirtieron en cita ineludible para los referentes de la disciplina.

Profesor titular de Medicina Interna en la Universidad Nacional de La Plata, integró el Tribunal de Honor de la Sociedad de Cancerología de La Plata, y lideró desde la Escuela de Oncología de la Provincia, junto con Gerardo Chiesa, estudios acerca de la inmunidad celular en pacientes tratados con quimioterapia que son citadas en las enciclopedias del género.

Junto con José María Mainetti, “Tito” Luchina fue uno de los fundadores, en la localidad de Gonnet, del Centro Oncológico de Excelencia (COE), emprendimiento de avanzada del que fue director y en el que durante casi un cuarto de siglo, hasta 2006, volcó la experiencia adquirida junto a los más prestigiosos expertos del mundo.

Además, le puso el hombro a campañas de prevención que consideraba esenciales para atenuar el impacto del cáncer: “las mejores armas son la prevención y la detección temprana” sostenía. Pregonaba que “la medicina no se hace leyendo, sino practicando y aprendiendo de los maestros”, y defendía una máxima humanista que percibía en cierto riesgo: “primero el hombre, después la enfermedad”.

Autor de numerosos trabajos y publicaciones, eximio conferencista y jurado de certámenes, también integró la mesa directiva y estuvo al frente de la filial local de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

Casado desde 1962 con Beatriz Bekenstein, tuvo tres hijos -Viviana, Diego y Ariel- quienes se prolongaron en cuatro nietos: Matías, Román, Sol y Juana.

Honesto y principista, con carácter y convicciones fuertes, su personalidad sin concesiones abrigaba a un padre dedicado y amigo leal. Hincha “fanático” de Estudiantes -pasión que compartió con hijos y nietos-, mantuvo durante muchos años el ritual semanal de convertirse en anfitrión de un grupo de allegados incondicionales.

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