Efectos sobre el afectado y sobre la sociedad

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Las consecuencias sobre la salud por haber sufrido un hecho de violencia cuya naturaleza fue extremadamente amenazante o impactante, particularmente si esta experiencia traumática implicó un riesgo para su vida o la de familiares próximos, tienen en algunos casos un fuerte impacto en la persona.

Por otra parte, suelen implicar efectos no tan visibles pero relevantes en los sectores de la salud, por la mayor demanda en la atención médica y psicológica, y en la capacidad laboral, que se puede ver reducida en algunos casos o incluso impedida totalmente.

Así es como los hechos de violencia extrema que ocurren en la sociedad facilitan el desarrollo de depresión, ansiedad y otros trastornos.

Una de las consecuencias en la salud mental más identificable es el denominado Trastorno por Estrés Postraumático (TPEP).

Entre sus características se cuenta la de tener que darse en el contexto de una exposición a un acontecimiento o situación de naturaleza extremadamente amenazante, tales como un ataque personal con violencia como el robo, agresión sexual o ataque físico, ser tomado de rehén, la experiencia directa de desastres naturales críticos o de guerras, participación en accidentes de tránsito graves, tortura, cualquier agresión física severa con riesgo de vida; también al ser testigo de amenaza de muerte o la muerte misma cuando ésta es inesperada y violenta.

Ante estos antecedentes, para identificar un TEPT, las molestias o síntomas deben haber aparecido muy cerca del evento traumático y estar presente por al menos varias semanas después del mismo, además de provocar un deterioro importante del funcionamiento personal, familiar, social, académico o laboral.

Esencialmente son tres las manifestaciones básicas: el primero es la re-experimentación del evento traumático en el presente, que no sólo se recuerda sino que se lo vive como si estuviera ocurriendo aquí y ahora, por medio de imágenes o recuerdos extremadamente vívidos; también con sueños o pesadillas repetitivas sobre el mismo hecho traumático. El segundo elemento es la evitación intencional de la persona de contactarse con cualquier cosa que pueda producirle esa re-experimentación del evento traumático, tal como rehuir a pensar en lo ocurrido, evitar a personas, conversaciones, actividades o situaciones que puedan recordarle el acontecimiento estresante y, hasta en casos extremos, dejar amistades, mudarse a una ciudad diferente o cambiar de trabajo.

Por último, el tercer componente son las sensaciones persistentes de la existencia de una amenaza actual importante, como “estar de guardia”, pero que es en verdad exagerada; ejemplos son los sobresaltos desmedidos ante ruidos inesperados, que muchos se protegen contra cualquier situación de peligro para ellos mismos o personas cercanas que lo vivan como inminente y pueden darse en situaciones similares al evento traumático o incluso en cualquier otra, generando cambios en sus conductas para garantizar su supuesta seguridad amenazada.

Muchas personas experimentan situaciones estresantes sin desarrollar el PTSD. Casi todo el mundo presentará síntomas de PTSD durante el primer mes, como una reacción aguda al estrés. Tras un par de semanas, la mayoría va asumiendo poco a poco lo que le ha pasado y estos síntomas empiezan a desaparecer. Pero para otros se puede convertir en un problema que dure meses o años.

 

 

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