Clima de Clásico en Montevideo, con muchos hinchas argentinos 

 

Sabido  era de antemano la importancia del partido, del clásico más antiguo  del mundo. Uruguay golpeado en su amor propio en sus últimos tres  partidos pero con boleto momentáneo al Mundial, y Argentina ávido  de puntos, mirando de reojo la zona de repechaje de las  Eliminatorias.    

El clásico, de una y mil batallas, algunas de ellas históricas  y mundialistas, presentó un marco encantador, acorde a aquellas  circunstancias, y sin dudas le hizo honor a la magnitud del evento,  con los amigos Luis Suárez y Lionel Messi como artistas  principales, por un minuto unidos en la postulación del Mundial 2030.     

El Centenario fue una caldera. Un hervidero en el que no  faltaron los cantos entre unos y otros, pese a que los argentinos eran  una minoría, ruidosa, pero minoría al fin, en el costado izquierdo  de la tribuna América del mítico estadio montevideano. Allí causó  la molestia mayor en los locales con el viejo y querido "el que  no salta, es de Uruguay".    

Gran cantidad de familias con sus caras pintadas de  albicelestes y con casacas, esperaron impacientes el inicio de un encuentro  de los realmente importantes, mientras la orquesta sinfónica del  Servicio Oficial de Difusión, Radiotelevisión y Espectáculos  (SODRE) intentaba atenuar la ansiedad.    

Por los parlantes comenzó a sonar la formación argentina  inicial y sorprendió el Centenario con silbidos a Messi. Y reprobó a  Jorge Sampaoli por viejas heridas. Luego se escucharon los himnos, y  de la tribuna Olímpica bajó una bandera negra y celeste con la  leyenda "Uruguay, la historia debe continuar".    

El partido en marcha rompió los termómetros y la verdad empezó  a escribirse, pero donde importa, en el terreno de juego. 
 

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