Savoia: secretos de un barrio que creció a la sombra de la violencia y el miedo

Nació a mediados del siglo XX. Hoy viven unos 20 mil vecinos. Los jóvenes son los más vulnerables al delito y el consumo de sustancias, como víctimas o victimarios. En el medio, las sospechas de corrupción policial

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“Esto es una batalla campal”, dice alguien que cuenta de a décadas su vida en el barrio Savoia. No habla de la gresca del sábado 20 de enero, donde fueron asesinados Maximiliano Mengarelli (24) y Rubén Octavo (22), sino de la tensión permanente en la que parece haber caído un barrio que nació a mediados del siglo XX como extensión del “modo” City Bell, con chalet acomodados entre arboledas, lejos del ruido de la Ciudad y de escenas de una especie de “far west” contemporáneo en las que se enmarca aquella fatídica madrugada, de hace 8 días.

Maxi y Rubén vivían en el barrio, prácticamente a metros de donde fueron heridos de muerte con cuchillos. En su corta vida quizás no hayan podido dimensionar el cambio que le asigna al barrio. Es que en los testimonios de diversas fuentes de la zona, parte de ese cambio tiene como protagonistas y testigos a la generación de la que ellos formaban parte. En el enclave más alejado de las vías del ferrocarril, a la altura de la estación de City Bell, los jóvenes aparecen como una población vulnerable, en la que impacta la violencia circundante, el delito, el consumo de sustancias, la corrupción policial y la falta de opciones de desarrollo, un cóctel venenoso cuyo poder se aprecia -según se sostiene- en situaciones de descontrol como la que se armó tras la fiesta en la casa de “los Sosa”, una familia conocida en la zona que tiene como cabeza a Margarita Carrillo (54). Sus hijos organizaron una reunión que tenía como consigna llevar alguna bebida. Todo el barrio estaba invitado.

El patio que da al frente tuvo música toda la noche y todos parecían divertidos. Entre eso y una pelea callejera sobre el final de la reunión hay un robo a un auto y dos muertes.

“Acá no hay una cuestión de entrentamiento entre grupos o bandas barriales. Murieron dos pibes de una manera inexplicable. Solo se puede atribuir al descontrol en el que se vive en este barrio”, dice un referente de la zona consultado en estas horas. Para reforzar la idea señala que entre los chicos y quienes son señalados como potenciales asesinos en el caso no había un problema a la vista. Más: no los había entre ninguno de los asistentes, sostiene.

La versión no concuerda con la que se maneja en la investigación judicial, que habla de un entredicho entre las víctimas -quienes habrían estado parados en un kiosco situado al lado de la casa- y los organizadores. Sin embargo, en el barrio se muestra un video casero en el que se ve a uno de los jóvenes asesinados bailando con otros chicos un rato antes de la pelea y los homicidios.

TENSION EXTREMA

La violencia quedó expuesta en carne viva en el barrio. En casa de los Sosa temen que se cumpla con una supuesta amenaza de los últimos días acerca de un ataque contra su vivienda. “Te vamos a avisar antes para que saques a los chicos, porque te vamos a prender fuego la casa”, fue el mensaje que hicieron circular para que le llegara a Carillo, sus hijos, nueras y nietos que viven en la vivienda de fachada rosa. En la cuadra, donde hay custodia policial permanente, la situación mantiene en tensión extrema a los vecinos.

En el mundo de las comunicaciones electrónicas, eso se trasladó a las redes sociales. Alguien posteó como si fuera el propio Rubén Octavo: “A maxi uno de los chicos basualdo lo mato de traicion con un puñal por la espalda. A mi me mato tu hija LAURA SOSA y vos viste que tenia una cuchilla para matar a alguien y ese alguien fui yo (SIC)”, denuncia la publicación dirigida a la madre de la detenida.

La misma persona cuenta que Rubén quería ser peluquero, que llegó al lugar donde lo mataron por “querer ir a parar todo el disturbio” y acusa a Carrillo de “amenazar” a las familias de las dos víctimas. “Nuestra familia quiere hacer justicia para que nosotros podamos volar y descansar tranquilos”, remata quien escribe emulando a Octavo.

Excesos de alcohol y presunción de uso de drogas habrían sido catalizadores de un clima social que se encendió con un hecho asociado a la causa: mientras todos bailaban en la casa, a media cuadra rompían un vidrio de un Fiat Uno y robaban algunas pertenencias. La situación fue advertida y desde la fiesta salieron en busca del responsable.

La mirada se posó en un joven en silla de ruedas que estaba a metros del auto y fue agredido con una patada voladora que lo hizo volar de la silla. Las versiones indican que ahí empezó todo. Más tarde fue detenido el dueño del auto, Nicolás Basualdo, imputado por el crimen de Mengarelli. Dos días después fue liberado al no ser reconocido en una rueda de testigos y el viernes el fiscal de la causa, Marcelo Romero, dispuso la detención de su hermano, Raúl Ignacio de 25 años (ver aparte). Ambos eran visitantes en el Savoia: habían llegado desde El Mercadito, en Tolosa, donde residen. Nicolás es novio de una nieta de Carrillo.

La descripción de la vestimenta de Nicolás Basualdo coincide con la del joven que, según se advierte en un video casero incorporado a la causa, le aplicó la brutal agresión al hombre en la silla de ruedas, quien vive en 7 y 476. De él, nada se sabe desde entonces. Las fuentes policiales y en el barrio coinciden en que “Perri” (así lo conocen todos a este pibe que necesita de la silla de ruedas tras sufrir un accidente ferroviario en inmediaciones de la estación de Gonnet hace algunos años), desapareció de la zona.

Los investigadores consultados analizaban en las últimas horas su responsabilidad en la cadena de situaciones que terminaron con dos muertes. También, la influencia que le asignan a “Perri” sobre otros jóvenes de la zona.

El enfrentamiento entre las familias de las víctimas y los acusados recrudece en las redes sociales

Por el asesinato de Octavo está imputada y detenida Laura Sosa, anfitriona de la fiesta de 21 años, madre de dos niños de 1 y 8 años y con un embarazo de dos meses de gestación. Su madre, Margarita Carrillo, aseguró esta semana que la chica es inocente. Con Octavo se conocían del barrio.

Sus apellidos son reconocidos en una zona del Savoia que en las últimas décadas tuvo su explosión demográfica. Mirando desde las vías, el barrio se fue extendiendo en dirección al Río, pero con un brillo distinto al que encandiló al mundo inmobiliario regional en sus inicios, a mediados de los ´40 del siglo pasado.

Cuando se avanza “hacia abajo” las propiedades se van haciendo más chicas y cuesta encontrar las casas con amplios parques y piscinas que dominan la zona cercana a las vías. También cambia el despliegue de materiales y diseño.

“Acá conviven realidades de una manera extraña, sin rozarse. Tenés gente de clase media que son vecinos, a media cuadra o a 20 metros de familias que están en situación complicada, con hijos que pasan el día en la calle, que no trabajan, no estudian y después los ves involucrados en estos problemas”, contó un comerciante que, como todas las fuentes consultadas, exige reserva de identidad como condición para hablar.

Según se explicó en la zona, el modelo de casas quinta y residencias lujosas no solo se terminó por el cambio de modalidad de venta de tierras, ahora en lotes de la mitad de superficie de aquellos originarios de 20 por 50.

Un observador de este desarrollo en la zona apuntó que en estos días se advierte la incidencia de ocupaciones de algunas fracciones de tierras en las últimas dos décadas, especialmente en la franja que da a la autopista La Plata Buenos Aires.

El Barrio Savoia hoy tiene entre 10 y 12 mil habitantes entre sus límites fijados entre la vía, las calles 481 bis y 456 y la calle 4. El nucleo inicial frente a la estación de City Bell se extendió hacia el Río y también hacia el norte, con los barrios Quimilar e Hípico.

Incluso, a metros del corazón histórico, hay una urbanización privada. Fuera de esos límites, de 9 hacia abajo y de 470 hacia el sur, la situación socioeconómica se ve compleja en todos los diagnósticos vecinales e instituciones a los que tuvo acceso este diario.

“Esto no fue siempre así. Se ha puesto muy peligroso, casi explosivo en los últimos años”, contó alquien con cercanía a instituciones del barrio. ¿Desde cuando? La demanda social empezó a cobrar fuerza en la década de los ´90. La recorrida por esos espacios de ayuda permite encontrarse con muchos nombres repetidos en las charlas de estos días, con familias que antes fueron en busca de ayuda alimentaria, escolar o por violencia doméstica.

“Fue muy duro lo que pasó acá en los ´90. La gente perdió mucho y pasó a depender de la asistencia oficial. Entonces, apareció gente que hizo mucho daño. Todo empeoró en los últimos 5 o 6 años”, describió un referente barrial. Entre los vecinos que buscan abrirse paso en la vida, se repiten los casos de mujeres que intentaron transformarse en policías. Algunas lo lograron. “Hoy hay mucha violencia. Incluso entre mujeres, que a su vez son víctimas en casos de violencia de género. Es muy doloroso ver tantas familias atravesadas con estas situaciones”, añadió la misma fuente.

SOSPECHAS de connivencia

A las repetidas crisis de las últimas décadas en el país y el deterioro del tejido social del barrio también se suma la sospecha de connivencia policial con el delito como factor de crecimiento de situaciones asociadas a los robos, el tráfico de drogas y la violencia. Se señala a policías de la zona, en particular a un efectivo con responsabilidad en el manejo de la calle, quien estaría en ejercicio de funciones luego de atravesar un proceso judicial como imputado en una causa por un asalto a un jubilado en una vivienda situada en la localidad de Abasto.

“Ese fue el que rompió el barrio”, apuntó una de las fuentes vinculada al segmento institucional en una versión idéntica a la que expresaron un comerciante del área circundante a la escena del crimen y otro referente barrial. Todos usan las mismas palabras. Incluso cuando explican el sentido de circulación y el motivo de las detenciones de un auto de alta gama. “Es el transa del barrio. Como está todo vigilado, está esperando cobrar lo que le deben. Parece que lo vemos todos menos la policía”, contó.

 

 

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