Federer, el campeón que creyó que no podía ganar

El propio tenista confesó que llegó a Australia con dudas de poder revalidar el título, que le permitió sumar el Grand Slam número 20

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“Tengo una sensación confusa por haberlo conseguido”. No es una frase más. Es la confesión del jugador más ganador de todos los tiempos tras conseguir uno de sus mayores logros de su carrera. Se vuelve a sorprende por sentir la agradable sensación del triunfo. Tras descansar un par de horas y después de un merecido festejo intimo con sus familiares y personas más allegadas, Roger Federer amaneció en Melbourne con veinte títulos de Grand Slam en las manos y un desconcierto en su interior.

“Me sorprende haber sido capaz de hacerlo”. Con 36 años, tres coronas de Grand Slam en doce meses supone un impacto hasta en la mente del mismo Roger, un deportista de una carrera extraordinario y el legado de gran leyenda. Apenas a 400 metros de la Rod Laver Arena y en la otra orilla del Río Yarra, Federer explicó lo sucedido con el tiempo como aliado.

“El año pasado fue todo mucho más repentino. Tenía cierta incredulidad, no podía entender lo que acababa de suceder”, señaló el suizo junto al Government House, un edificio de extravagante estilo victoriano, fiel reflejo de la bonanza económica derivada de la fiebre del oro a mediados del siglo XIX, en Australia. Doscientos años después, y tras relanzar una impecable carrera hacia el cielo, la figura de Federer cotiza a mayor altura que el mineral más preciado.

En una mañana veraniega en Melbourne, sobre un amplio terreno cubierto de césped que siempre adoró, Federer abrió su alma ante los periodista. Una confesión de sentimientos internos, toda una expresión desde el corazón rodeado por los Reales Jardines Botánicos.

Los más grandes también albergan dudas, y quizá por eso aún son los más grandes. “Este año la sensación es más surrealista”, señaló el campeón defensor, indeciso ante sus opciones pese a ser el jugador más ganador que el circuito jamás haya observado. “No sé hasta que punto estaba convencido de poder defender este título. Igual que el año pasado, en el fondo pensaba que alguien se abriría paso, que jugaría con fuego y de alguna manera no sería capaz de detenerlo”.

“Federer es el mejor de la historia. Es increíble y ama su juego”, textual de Rod Laver

La historia dejó una evidencia bien clara: Federer alcanzó la final sin entregar un set, apartando rivales a la velocidad de un rayo. Después, y en un encuentro eléctrico para agrandar la leyenda, desbordó en cinco parciales al croata Marin Cilic. Un esfuerzo que encogió al propio Rod Laver, lanzado a grabar el momento en el coliseo que honra su figura.

“Quizá cuando regrese el próximo año por fin crea que puedo ganarlo. Entonces probablemente no lo gane”, reconoció con ironía. “Es mejor estar relajado respecto a mis opciones. Llevo muchos años en el circuito y pienso que siempre me irá mejor”.

“Me encanta volver a Australia. Sé que no lo dije durante el partido y ni siquiera recuerdo lo que dije al terminar. Simplemente me queda dar las gracias y dárselas a mucha gente. Espero poder volver el próximo año”.

En Melbourne, donde Roger Federer sorprendió hasta alcanzar el número uno del tenis en 2004, la historia se encargó de invertir el guión. Hasta encontrar desprevenido al suizo, sobrepasado ante la fuerza de sus propios actos.

 

 

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