“El silencio es un cuerpo que cae”: exploración del deseo, los silencios y las afectividades

El documentalista Joao Moreira Salles dice en “No intenso agora” que no siempre somos conscientes de lo que estamos retratando al filmar. Jaime filmaba todo, hasta su propia muerte, y dejó en decenas de videos en VHS el testimonio de una vida que asomaba la de una familia tipo, pero cuando su hija, Agustina Comedi, se arremangó y revisó esas imágenes, encontró pistas en los intersticios de lo filmado de otra vida, una vida al margen de su rol como padre de una familia tipo de clase media durante los 90: el pasado de Jaime como parte de la comunidad LGBT durante la dictadura militar.

Comedi construye a partir de esas imágenes y de entrevistas con el entorno de ese pasado oculto de Jaime la historia de su padre y la historia de otra Córdoba, una Córdoba silenciada en “El silencio es un cuerpo que cae”, que se presenta esta noche, desde las 20 en el Select, en el marco de la Competencia de Largometrajes Argentinos del 14º Festifreak. Una película que abre con una frase que le dijeron a Comedi amigos de su padre: cuando ella nació, una parte de Jaime murió.

Una frase que resume el eje del filme: “Lo difícil de conciliar el deseo con ciertos modos de la vida institucional, con la familia”, dice la directora en diálogo con EL DIA. Pero, avisa, esta tensión “trasciende ampliamente la cuestión de la bisexualidad, creo que tiene que ver con algo común a todos y con una pregunta bastante contemporánea: cómo conciliamos, como integramos nuestro deseo cuando armamos una familia”.

“A medida que avanza nuestra vida tomamos decisiones dizque formales, y la cuestión es cómo no perder el deseo de vista ahí: es una tensión constante. Soy madre, y ahí se dirime una pregunta cotidiana: como no perderme yo, como no perder de vista mi deseo. Y ahí aparece otra cosa: ese modo más neoliberal donde los afectos, la familia, no entran si generan una merma en la libertad de elección de cada uno. En esa paradoja me interesaba pararme, pensando que es algo que trasciende la historia de mi papá: como tejer afectividades sin perder de vista el deseo. Es una negociación que nos toca tan de fondo hoy a todos y a todas”, analiza Comedi, que firma con “El silencio es un cuerpo que cae” su ópera prima.

LA PARADOJA

La película se construye sobre esa paradoja: a medida que avanza en la exploración de esa Córdoba oculta, y descubre la potencia de las múltiples formas de violencia que sufrió la comunidad LGBT durante la última dictadura militar, la cinta revaloriza las fiestas y las redes afectivas que se transformaron en una forma de resistencia entre los miembros de la comunidad, cuestionando el significado del deseo y la libertad en una época neoliberal de disolución de vínculos.

Una cuestión que, dice Comedi, la sigue atravesando. Hoy el deseo no está silenciado al menos en cuanto a la palabra, dice: “Escucho a todos hablar del deseo, se nos cae de la boca. Pero hay un decir sobre el deseo que obtura el deseo: hay un imperativo contemporáneo en relación al deseo como rector, que está por encima de todo, en mi generación el deseo parece algo tan claro y evidente que yo desconfío, porque el deseo es volátil por naturaleza”.

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Comedi aborda así el deseo escapando a los lugares comunes de la libertad ante todo, aún tratándose de una cinta sobre cómo su padre sufrió la violencia institucional en diversas formas. Un pasado que conoció en el proceso de realizar la película.

“Es un tópico común querer saber más de nuestros padres, hay algo de nuestra identidad que se dirime ahí”, afirma Comedi, aunque explica que ese aspecto no hubiera sido suficiente para rodar la cinta si no hubiera encontrado en esa búsqueda, en ese pasado, algo que resonara de manera universal. “Lo que me impulsó a filmar fue la potencia que tenía la historia, la resonancia que podía generar en otras y en otros”, explica.

EL IMPULSO

“Durante muchos años, hacer esta película fue para mí, un dilema ¿Cómo contar la propia historia cuando también es la historia de otrxs? ¿Para qué contar secretos cuando se puso tanto empeño en conservarlos y no precisamente con miseria o maldad? ¿Por qué intentar que otrxs hablen de eso que les cuesta tanto decir?”, se pregunta la cineasta.

“Hace varios años, cuando en Argentina se sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario, una activista dijo que ese enorme triunfo no era solo nuestro, porque nosotrxs caminamos sobre huellas. Todas las personas que forman parte de mi película y de mi historia, dejaron una huella. Juntxs construimos un gran tejido de militancia afectiva que espero, después de ver El silencio es un cuerpo que cae, siga imprimiendo más huellas por las cuales seguir caminando”, escribe Comedi en el catálogo del festival: allí se esconde la respuesta a su pregunta sobre la potencia y resonancia de la historia de Jaime, y la relevancia de su película.

Pero aún con esa convicción, la decisión de realizar el filme “fue una decisión paulatina y sujeta a cualquier marcha atrás a último momento: siempre, cuando son historias personales, están por encima los vínculos afectivos”. El nacimiento de su hijo “me impulsó a filmar”, de la misma manera que el encuentro de esa caja con 150 horas de video VHS, arriba de un placar, sin rótulos ni fechas, dio forma a esa idea de hacer algo con esa búsqueda de su identidad y su pasado.

“Yo vengo de las Letras”, dice Comedi, que estudió Letras Modernas y se formó con Mauricio Kartún, y “la película podría haber sido ser un libro, pero el hallazgo de esos testimonios en video”, cambió el destino de la historia: como una detective, Comedi se sumergió una y otra vez en estas imágenes, mientras rastreaba pistas aquí y allá sobre ese pasado elusivo, hasta encontrar respuestas potentes y resonantes.