Miles de personas movidas por la desesperación y la esperanza

Edición Impresa

Con una bebé en los brazos, hija de una amiga que lo acompaña en este éxodo, Jonathan (22) subió el sábado a una nutrida balsa en la orilla del río Suchiate, en Guatemala, para cruzar a México, país que abrió a cuentagotas su frontera provocando la desesperación en muchos de los migrantes hondureños que ansían llegar a EE UU.

La niña, de cuatro meses, siguió durmiendo y no se inmutó ante el bullicio de decenas de personas que subieron a las balsas construidas con cámaras de neumáticos y tablas de madera en la ciudad guatemalteca de Tecún Umán, fronteriza con México.

Algunos mostraron temor por el extenso y caudaloso río; otros se llenaron de valor por la oportunidad de alcanzar México ante la mirada de unos cinco policías que no intervinieron.

Las lanchas atraviesan a diario el río Suchiate desde Tecún Umán a la mexicana Ciudad Hidalgo, principalmente para trasladar mercadería que guatemaltecos compran en México obviando los controles aduaneros.

El éxodo masivo, que huye de la violencia y la pobreza en Honduras y que fue severamente criticado por el presidente estadounidense Donald Trump, entró a Guatemala el lunes pasado por la tarde y luego se fue fragmentando en grupos que avanzaban a pie o en vehículos.

El viernes, la multitud logró vencer un cordón de policías y soldados en el paso fronterizo guatemalteco y llegó en estampida al portón mexicano, donde fueron repelidos por la policía con gases lacrimógenos.

Al toparse con el cierre de la frontera mexicana, los integrantes de la caravana se apostaron en el puente internacional que une ambos países y armaron un campamento improvisado. Las autoridades mexicanas sólo han permitido el ingreso al país de pequeños grupos de mujeres con niños, generando desesperación en el resto de la muchedumbre agotada por las altas temperaturas durante el día, el frío nocturno, la sed y el hambre.

“Necesito pasar porque quiero una vida mejor para mis hijos”, dice Blanca Serrano, de 30 años, quien llegó a la frontera dos días atrás con sus tres hijos de 3, 7 y 10 años.

La caravana ha tomado por sorpresa a los lancheros, que cobran desde 60 centavos hasta unos tres dólares a quienes quieren cruzar en sus balsas, que soportan hasta una veintena de personas. (AFP)

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE