“Ricardito”: por el aberrante crimen le dieron la pena más severa a la madre y al padrastro

En un dictamen con pocos antecedentes, un tribunal platense les fijó reclusión perpetua más accesoria por tiempo indeterminado

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La justicia penal platense condenó ayer a Gisela Alejandra Alí y su pareja José Antonio Mendoza Pacheco, con la pena más severa del Código Penal, por el brutal asesinato de un niño de 7 años, hijo de la acusada, conocido en Villa Elvira como “Ricardito”.

El Tribunal Oral en lo Criminal III de La Plata -integrado por los jueces Andrés Vitali, Ernesto Domenech y Santiago Paolini- condenó a ambos a reclusión perpetua, más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, castigo penal que se aplica en casos extremos (como fue el caso de Robledo Puch) y hacía tiempo no se aplicaba en los tribunales platenses (ver aparte).

En el fallo se consideró a Mendoza Pacheco autor de la violación y homicidio calificado para ocultar otro delito, alevosía y ensañamiento.

A Alí se le aplicó la máxima pena por “homicidio agravado criminis causa, ensañamiento, alevosía y por el vínculo”.

A ambos también los consideraron culpables de las lesiones en perjuicio del hermano del niño asesinado.

El Tribunal coincidió con lo planteado en su alegato por el fiscal de Juicio de La Plata Martín Chiorazi, que pidió perpetua para ambos.

La semana pasada, en los alegatos, la defensora oficial Julia Martínez planteó la absolución de la acusada, al considerar que no hay pruebas para probar la autoría.

Por su parte, la defensora oficial Verónica Garganta, solicitó para Mendoza Pacheco una pena por homicidio preterintencional.

Durante este debate se recibieron una serie de informes entre los que se destacaron el de los peritos psiquiatras, quienes expusieron un diagnóstico sombrío sobre la salud mental de Alí y su pareja.

Los profesionales plantearon perfiles de psicopatía en la pareja que tenía al cuidado al chico que tenía 7 años -cuando fue víctima de un aberrante crimen el 3 de noviembre de 2015- y a su hermano de 11.

Concluyeron que la mujer se plantó ante la requisitoria con la finalidad de mejorar su posición ante el Tribunal, pero no mostró interés por lo que había sucedido.

Entre los testimonios destacados en las audiencias está el de Mendoza Pacheco, el peruano que había llegado al país poco tiempo antes del asesinato y había iniciado una relación con Alí, luego de que la mujer se separara del padre de los niños, afectado por una enfermedad crónica.

El dueño de una remisería de la misma cuadra (92 entre 12 y 13), donde ocurrió el hecho, dijo que el día en que se declaró la muerte del niño, a las 7, lo vio con vida, junto a Alí y su hermanito, rumbo a la parada de colectivos. El vecino vio a Ricardito caer dos veces con gestos de dolor. A media mañana, la mujer pidió un remís y se subió con Ricardito en brazos. Pidió que los llevaran al Hospital de Niños. Los médicos de ese centro de salud declararon que el chico estaba muerto cuando llegó. Calcularon que llevaba tres horas sin vida cuando ingresó a la guardia. Presentaba más de 20 lesiones y signos de abuso.

 

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