Ignorando las señales
Edición Impresa | 28 de Noviembre de 2018 | 02:09

Por ENRIQUE DE ROSA (*)
Otro caso más que sigue al anterior. Y al otro. Otro homicidio que termina en suicidio. Los psiquiatras forenses usamos la aséptica frase de homicidio-suicidio. En un nivel más básico, otra perdida de una vida vulnerable, que era evitable. Otro ser que entiende que la forma de canalizar su mundo interno desecho, es trasladar esa fragmentación hacia afuera y hacer lo de siempre, partir el espejo. Solo que el mismo es poblado por seres reales, no por sus temores, sus fantasmas que lo acosan y le señalan su impotencia.
Ante ellos solo puede obedecer y especialmente no pensar. Si no, podría no escucharlos y obedecer su mandato. Obedecer -no pensar- es actuar y eso seguramente confirmará la masculinidad cuestionada por el fracaso que lo obsesiona.
Lo llamaremos falta de frenos inhibitorios o pérdida del control de los impulsos, pero ese sujeto hace tiempo que es dominado por sus miedos… a todo. Solo cree que los podrá exorcizar con la violencia que traslade hacia afuera partiendo uno tras uno esos espejos que reflejan sus miedos, infinitos, hasta inclusive terminar con el mismo.
El detonante de esta estructura que luego la psiquiatría, la criminología le pondrá varios nombres, puede ser cualquier estímulo del mundo que sea percibido como un peligro a esa frágil integridad y la necesidad de controlar todo y confirmar su pérdida. Por ejemplo, una llamada de otro, o saber que no existe más en la vida de quien antes dominaba, o que la víctima que sostenía la ilusión de poder parece escaparse.
Hay que controlar a toda costa esto, ya que el derrumbe psíquico sería ver la verdad y ahí el derrumbe se vuelve finalmente inevitable, en su caída la vida de otros será arrasada.
En un momento de lucidez, comprende que por fuera de esta tormenta celotípica, de honor ofendido, de pérdida de sentido, de vacío, hay consecuencias. Así, de la misma manera que no pudo sostener otras frustraciones, que son las que nos permiten crecer, tampoco soportara esta.
Escoge la vía conocida, la misma que escogió siempre, la destrucción solo que ya no hay a quién más dañar y culpar. De ese modo, ahora es auto infligida.
Varias señales, indicaban ese inminente derrumbe, pero es signo de fortaleza ignorarlas. Reconocerlas sería debilidad, pagar el costo, de la pérdida, es mayor que sostener los gritos en la mente que movilizan emociones (¿celos, persecución?), incontrolables.
Pero como siempre las señales serán ignoradas.
¿Y los demás que las veían?
(*) Psiquiatra forense
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