También el amor hace doler

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

El desamor hace doler. Y mucho. La ciencia intenta atajar ese cachetazo con pastillas y especulaciones. Los estudiosos advierten que el abandono deja huellas visibles en el cuerpo y que enfermedades o síntomas o marcas son los vestigios de esas pasiones que apostaron a todo y de golpe quedaron sin nada. Hay todo una línea restauradora dirigida a lograr que el amor, si se va, no deje tantos dolores sueltos. Más allá de terapias y confesiones, la justicia en más de una ocasión ha resuelto ayudar con plata a los abandonados. Sabe que en la cama grande el lucro cesante sólo se amortiza con lágrimas.

La música ha mostrado que las rupturas se reflejan en los electros. Homero Expósito pregunta “¿Qué le habrán hecho mis manos?/ para dejarme en el pecho/ tanto dolor?”; y José María Contursi, confiesa: “…Pero en mi pecho desgarrado/sin latidos, destrozado/va muriendo el corazón”. Y Alejandro Sanz añade más penas cardiológicas: “¿quién me tapará esta noche si hace frío?/¿quién me va curar el corazón partío? El abandono es un naufragio sin salvavidas a la vista. Y la ciencia de a poco quiere arrimarle algunos botes.

El amor se sintió arrinconado en estos días. Los abusadores han puesto su poder al servicio de sus peores arrebatos. Y el corazón apareció al margen de una disputa reivindicativa que ha obligado a los hombres a tener que hacer memoria para despejar la biografía de suspicacias. Las denuncias mostraron que la mujer es –como dijo Bruero- “tan tejedora de sueños pero tan bordadora de minuciosas realidades”. Aunque el amor sigue allí, sin entrar en la polémica, repartiendo como puede, entre tantas señales perversas, sus dosis de llantos y éxtasis. Cuando se marcha, todo duele, por más que los académicos traten de darle formato tratable y explicativo a este desconsuelo. La ciencia ahora sabe que la pérdida, enferma, pero la clientela sólo le pregunta por qué se fue. Las mismas regiones del cerebro que se activan cuando sentimos dolor en nuestros cuerpos también se activan cuando nos deja un amor, según muestran nuevas investigaciones recogidas por el diario el USA Today. ¿Por qué eso, que surgió en un instante, no se va nunca? La lucha del ser humano contra el recuerdo, es una lucha mitológica. Lo que se busca es que la ciencia y la farmacopea se encarguen de achicar un sentimiento que, cuando estaba, no parecía tan grande. “En la ausencia, el amor se inmensa”, decía Juan Ramón.

Los resultados indican que la gente que padece de mal de amores también puede sentir dolor físico, dice el psicólogo social de la Universidad de Michigan Ethan Kross, director del estudio. En la cima de la tristeza, el abandonado pide a gritos algún remedio que le borre la conciencia. Sufrir fatiga y agobia. Y por más que el enamorado desespere, la pena se prolongará, enorme, impávida y seguidora. ¿Qué hacer? Los desesperados acuden a cualquier remedio, pero los estoicos dicen que no hay que limpiar nada, dejar todo en negro, sufrir hasta desgastar la angustia

Kross, junto a investigadores de las universidades de Columbia y de Colorado-Boulder reclutaron a 40 personas que habían finalizado sus relaciones románticas en los últimos seis meses. En esa concentración de acongojados todos declararon que sus roturas sentimentales les conllevaron sentimientos de rechazo y dolor. Y los escáner de resonancia magnética mostraron que “el sentirse dejado activa regiones del cerebro involucradas en la sensación del dolor físico”. Hay un momento que el cuerpo toma nota del desamor. Y con dolencias logra explicarnos que el motor puede estar en condiciones, pero que el combustible es lo que te martiriza.

Naomi Eisenberger, una profesora asistente de psicología en la UCLA, dice que su investigación muestra que tomar Tylenol, un calmante, disminuye el dolor causado por los sentimientos negativos. Es una tentación acudir a la farmacia por cualquier rechazo que suene incontrolable. Pero hasta ahora no hay recetas para querer ni para dejar de querer. Y por más que el Dr. Kross y las tomografías busquen huellas, el amor siempre se las ingeniará para sacudir y despistar.

Por más que el abandonado desespere, la pena se prolongará, impávida y seguidora.

Es una tentación acudir a la farmacia por cualquier rechazo que suene incontrolable.

 

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