“No lo podemos creer, esto es una verdadera pesadilla”, dijo el padre del repartidor

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Abrazos interminables, llantos y una profunda angustia. Con esas imágenes se encontró en la tarde de ayer este diario al llegar a la puerta de la casa de Gonzalo Ezequiel Solís, en las calles 116 y 76.

Atravesados por un drama que se coló impensadamente en sus vidas, por un caso de inseguridad que esta vez terminó de manera trágica, la familia del joven repartidor exige justicia.

Adolfo Bautista Solís (57), el padre de la víctima, que en todo momento se vio rodeado de allegados muy shockeados por las difíciles circunstancias que les toca afrontar, hizo saber en relación al terrible episodio que “cuando uno de los delincuentes entró a robar al local de pastas, mi hijo estaba volviendo de llevar un pedido”.

El destino quiso que, lamentablemente, instantes después el muchacho regresara a ese comercio antes de que el ladrón se alejara del lugar.

“Cuando mi hijo entró, el delincuente ya se había ido del negocio. Pero mientras Gonzalo le estaba dando la plata del reparto a la dueña, se dio cuenta que el delincuente le estaba llevando la moto de él a tiro”, reflejó el hombre.

La situación enfureció a Gonzalo, que salió catapultado hacia la calle para tratar de impedir el robo de la moto que, según le dijo su padre a EL DIA, “le costó mucho sacrificio comprarla”.

“Su peor error fue correr al delincuente, porque mi hijo igual tenía la llave de la moto. Además, vio a uno solo que se la estaba llevando, en la cuadra de 72 entre 9 y 10. Pero mientras lo perseguía corriendo, se encontró con que en 9 entre 72 y 73 había dos cómplices”, detalló posteriormente.

Los asesinos, en esas circunstancias, no tuvieron piedad. Le dieron cinco puñaladas en distintas partes del cuerpo. Y Gonzalo falleció en la madrugada de ayer en el Policlínico San Martín, pese a los esfuerzos médicos por salvarle la vida (ver aparte).

Su padre puntualizó que “de las cinco puñaladas que le dieron, la fatal fue la que recibió en el corazón. Después tuvo dos heridas en la espalda, una en su brazo izquierdo y la otra en la ingle”.

“Yo le había pedido que si le querían robar la moto que la entregara, pero él decía les iba a costar que se la saquen. Y le costó la vida a él. No lo podemos creer, esto es una verdadera pesadilla”.

Sobre el presente y los sueños de Gonzalo, el padre informó que “estudiaba en el colegio de 7 y 76. Cursaba el último año. Y hace una semana nos dijo que luego se anotaba para ser policía”.

 

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