La esperanza como antídoto

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Pedro Garay

 

“La forma del agua” es la respuesta de Del Toro, cineasta mexicano instalado en Estados Unidos, a la xenofobia que ha adoptado como normal su país en los últimos años: la respuesta es utópica, donde el amor conquista la soledad y el odio, una cinta sobre la esperanza que inevitablemente tiene que tomar la forma de un cuento de hadas porque, como el propio cineasta explicó, la película es un homenaje al cine, la música y el amor (es decir a la ficción, al arte) como manera mágica de tender puentes entre las personas.

De todos modos, Del Toro siempre es personal: la fórmula del cuento de hadas oscuro que él mismo inauguró con “El laberinto del fauno” regresa pero, siempre, con un personalísimo giro que incluye una actualización sobre las imágenes oníricas de los cuentos de hadas y una subversión de ciertas convenciones que incluye encuentros sexuales entre los platónicos mujer y bestia.

La cinta relata cómo una mujer muda de vida modesta encuentra en el laboratorio donde trabaja limpiando un monstruo amazónico cautivo: a través de la lengua de señas entablará una relación romántica con la criatura temida y torturada por la corporación gubernamental, con la esperanza de desarmarlo y convertirlo en arma.

El amor los liberará, claro, de esa existencia al margen, y de esa visión de mundo bélica, que aplasta las otredades. La cinta cae en alguna ingenuidad, seguro, pero es parte del juego, de la fábula, y muy intencional: la ingenuidad es para Del Toro, según afirmó a los espectadores del Festival a través de un video, un antídoto al cinismo actual del mundo.

 

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