Exclusión y miseria, claves que explican el drama de los pibes que roban en el Centro

Quienes trabajan con la problemática aseguran que cada vez hay más casos de menores en situación de calle

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Una de las últimas cifras oficiales echa algo de luz sobre el drama: cerca de 200 chicos menores de 18 años, según la dirección municipal de Niñez, están hoy en situación de riesgo en la Ciudad y los alrededores. El dato no resulta extraño si se tiene en cuenta el complejo entramado de delitos que se registra en el área céntrica de la Ciudad, donde en los últimos días -aunque no sea nada nuevo, como dicen vecinos y comerciantes- se observa una fuerte presencia de pibes en edad de jugar que protagonizan todo tipos de robos. La pregunta, ante el avance de casos, resulta imperiosa: ¿qué hacer? La respuesta, ante la falta de respuestas oficiales, se vuelve por momentos un océano de incertidumbres y silencios.

“Lo que se necesita es contención”, apunta la dirigente social Nancy Maldonado, titular de la ONG Sumando Voluntades, y precisa: “cada vez son más los chicos que vemos en las calles. En nuestro hogar trabajamos con adultos, pero todos los días tenemos nenes que vienen a pedirnos comida para ellos y para sus padres. Y no es cuento: son pibes que están pidiendo en la calle porque no tienen nada. Y no hay que confundirse: no nacen ladrones. No roban porque quieren. Hacen lo que hacen porque nadie los contiene y les falta lo básico: la comida para crecer”.

No muy distinto es lo que opina el cura Rubén Marchioni, de la parroquia Cristo Rey: “Los pibes no nacen chorros, los hacemos así. Y en esto la responsabilidad principal es del Estado, pero también de las sociedades intermedias. Si no hay nadie que contenga, el resultado de pibes violentos es esperable y casi lógico. Esos pibes tienen mamá y papá, pero sería bueno preguntarse en qué situación se encuentran esos padres para que sus hijos estén dando vueltas a toda hora en la calle. Lo tenemos que entender: estamos hablando de familias destrozadas”.

La reiteración de episodios violentos, se sabe, puso en alerta a comerciantes y empleados de oficinas públicas, testigos y víctimas durante lo que va del año de este triste fenómeno. Si hubiese un diccionario imaginario que explique el cuadro, las primeras palabras que surgirían serían siempre las mismas: pobreza, exclusión, hambre. La historia de cualquiera de estos nenes, apenas estrellas mal iluminadas en medio de una galaxia de miseria y marginalidad, sirve para resumir el drama de la infancia excluida de la región y el país. Un drama que crece. Que se amplía ante cada nueva medición. Y no es frase hecha decir que el tema se torna cada día más terrible y vergonzoso. Es realidad en estado puro.

“La situación se volvió más desesperante en los últimos tres años -apunta Marchioni-. Uno observa que nada de lo que se hace alcanza y, lo que es más preocupante, se torna cada vez más terrible. Y lo peor es que no le encontramos la vuelta: somos una sociedad que no sabe qué hacer con un drama generado por nosotros mismos”.

En sintonía con las palabras del sacerdote, Maldonado apunta que en su tarea cotidiana también observa un recrudecimiento de casos de pobreza, marginalidad y violencia. “Y no es que uno quiere asociar todo, pero está ligado -apunta-. A mayor exclusión y miseria, los casos de nenes que no tienen nada y se vuelven violentos crecen. Es previsible que ocurra porque hablamos de pibes que no tienen nada que perder porque nadie les da nada. Están vacíos. ¿A ellos les vamos a pedir un cambio o se lo tenemos que pedir al Estado?”.

En el país se estima que casi 5 millones de chicos menores de 14 años son pobres, de los cuales cerca de 2 millones viven en familias indigentes. En nuestra región, la realidad numerada también es vergonzosa: se calcula que poco más del 30 por ciento de los cartoneros que recorren la Ciudad son pibes que no llegan a los 15 años. Detrás de estos datos, está claro, acecha una tragedia que se refleja a diario en la periferia platense y en las calles del casco urbano: chicos husmeando en los tachos de basura y robando, sin nadie que los controle. Sin nadie que los contenga.

 

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