Una figura que se consolida y un futuro con incógnita

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Leticia Pogoriles

Agencia TÉLAM

Con la obtención de un cuarto mandato en las elecciones de ayer, Vladimir Putin, al frente de su país y desafiando a Occidente desde hace casi 18 años, se consolida aún más como una figura gravitante en el escenario mundial que busca reivindicar a la Rusia potencia, al tiempo que se abre la gran incógnita sobre su sucesión tras 2024.

Putin, el más longevo factor de poder en Rusia desde Stalin, asumió por primera vez como presidente en 2000 y, aun cuando fue primer ministro en el gobierno de Dimitri Medvédev, entre 2008 y 2012, su monopolio sobre la escena política en Rusia en lo que va de este siglo ha sido total.

Aunque ya anticipó que no planea reformar la Constitución para que lo habilite a un tercer mandato seguido, todo en él es incierto. ¿Qué pasará en 2024? ¿Quién podría sucederlo? ¿Está incubando algún delfín?

“Es muy incierto lo que hará Putin; incluso dudo que él lo sepa todavía”, dice Alexander Kliment, especialista en Rusia, editor del sitio sobre geopolítica Signa y consultor de la usina de pensamiento Eurasia Group.

“Su estilo es dejar decisiones críticas hasta el último minuto; es reacio a cambiar la Constitución porque crearía una impresión negativa en el exterior y, si nombra un sucesor, tiene que ser alguien que proteja sus intereses luego de dejar el poder”, agrega Kliment.

Juan Negri, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Torcuato Di Tella y de la Universidad de San Martín, advierte que “puede haber una guerra por la sucesión” entre sectores de la propia coalición de gobierno.

Si bien, según analistas, en Rusia el gobierno controla los resortes del poder y los medios de comunicación, reprime a críticos u opositores y persigue minorías, Putin es genuinamente popular, con encuestas que lo ubican con 60 o 70% de imagen favorable. Uno de sus logros centrales fue haber reposicionado a Rusia dentro de la geopolítica mundial como potencia.

A partir de hoy, no cambiarán muchas cosas. Los analistas coinciden: seguirán las tensiones entre Moscú y Occidente, en Ucrania, Siria y más allá, con acusaciones cruzadas de injerencia electoral. La gran incógnita es qué va a pasar con la sucesión de un líder recargado hasta 2024.

 

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