Un prólogo apresurado
Edición Impresa | 7 de Marzo de 2018 | 04:50

Pedro Garay
pgaray@eldia.com
La nostalgia y la pasión que genera Sandro, que despiertan sus himnos, y particularmente la magistral puesta en escena que recrea aquellos años a la perfección (desde los micros a los peinados, pasando por los looks del joven Sandro en la piel de un Agustín Sullivan que parece un espejo del pasado) maquillaron un primer episodio de “Sandro. La Serie” apresurado, y con menos sangre, sudor y música de lo esperado.
Los 40 minutos iniciales de la gran apuesta del año para Telefé recorren dos años de la vida de un jovencito Roberto Sánchez, picoteando demasiado entre los hitos de la vida del cantante como para dar peso emocional a las situaciones que se suceden: su romance con Silvina (Calu Rivero), por ejemplo, escasea sudor y besos y pierde el tiempo en idas al cine con charlas destinadas a señalar con golpes de guión que Sandro es apasionado y sueña; su relación con su padre (un brillante Jorge Suárez) subraya demasiado los nuevos tiempos que simboliza Sandro frente al pasado; la serie salta dos años justo cuando Sandro agarra la guitarra, elidiendo los momentos íntimos en que Roberto se vuelve Sandro, narrados solo con un breve montaje donde se lo ve escribiendo.
Como los diálogos quedan atrapados en este vertiginoso y liviano narrar, pierden naturalidad, se vuelven pura exposición, quieren decir más de lo que pueden con cada frase, para dejar asentado explícitamente lo que precisa la historia y continuar con la peripecia. Quizás ese apuro tenga que ver con el apuro de la producción en alcanzar las travesuras más conocidas del artista, sus canciones más famosas, sus romances más escandalosos. Quizás el primer episodio opere simplemente como prólogo, 40 minutos para insertarnos en el bellísimo universo recreado por la producción. Lo sabremos al finalizar la semana.
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