Una triste paradoja del destino
Edición Impresa | 15 de Abril de 2018 | 03:26

LUIS MOREIRO
lmoreiro@eldia.com
Está allí, donde chocan diagonal 80, la calle 1 y la avenida 44 desde 1906. La Plata, por entonces, era poco más que una aldea, pero su estación de trenes ya era un icono. Hacia 1940, cuando se inauguró el aeropuerto, la Región Capital ya tenía algo más de 300 mil habitantes y en 1970 -fecha de la que data la actual terminal de ómnibus- algo más de medio millón de almas andaban entre tilos y diagonales. Hoy, según datos del último censo, son más de 1 millón de personas las que viven en la misma Región Capital.
La ciudad, que es la Capital de la Provincia de Buenos Aires, ha crecido exponencialmente a lo largo de los años, pero sus servicios quedaron vergonzosamente detenidos en el tiempo, obsoletos, sucios, incómodos y en algunos casos también ganados por el abandono, el olvido y la desidia.
Resultado, tal vez, de la llamativa ausencia de voluntades transformadoras, de esas que buscan crecer y modernizarse como los tiempos mandan.
Triste paradoja del destino. Justo aquí, en La Plata, donde desde hace años se forman brillantes profesionales en las aulas de una de las universidades más prestigiosas del país.
¿Nadie pudo -o quiso- que esa pujanza de la juventud y del saber se transmitiera a las calles (muchas de ellas, todavía, con el empedrado del siglo XIX)?
Uno, modestamente, cree que los que aquí viven, son merecedores de algo mejor.
El balance -negativo, obviamente- está a la vista de todos. Tal vez -sólo tal vez- estemos llegando a la hora de exigir.
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