Caminar por la fe, las hazañas de la “abuela peregrina”
Edición Impresa | 14 de Mayo de 2018 | 03:46

La “abuela peregrina”, una italiana de 92 años que en 2015 caminó 1.000 kilómetros desde Tucumán a Luján para visitar a la Virgen, cubrió ahora 910 kilómetros entre Monterrey y Ciudad de México para visitar la Basílica de Guadalupe, el principal santuario mariano de América Latina, al que llegó al cabo de 40 días de marcha a pie.
Emma Morosini, oriunda de la ciudad lombarda de Castiglione delle Stiviere y autora de libros como “L’amore si fa strada” (El amor se hace calle) y “Pellegrina d’eccezione 1300 km a piedi” (Peregrina excepcional, 1.300 kilómetros a pie), ya había hecho el mismo trayecto de tierras mexicanas en 1996 y en 2010, pero en mejores condiciones físicas.
Apoyada en un bastón y tirando un pequeño carrito donde lleva una Biblia, rosarios, su valija y una sombrilla, la abuela italiana fue saludada por la gente al arribar a la Basílica.
Decenas de personas que la observaron en el último trayecto hacia el templo ubicado sobre la Calzada de los Misterios, al norte de la capital azteca, la animaban con aplausos y gritos.
Ella respondió con una sonrisa y lágrimas en los ojos, mientras un hombre se le aproximó para regalarle una imagen de la Virgen de Guadalupe tallada en madera.
Morosini recorrió Argentina, Brasil, Paraguay, Portugal, Francia, Italia y España para visitar emblemáticos recintos religiosos a fin de pedir por la paz en el mundo.
La mujer cumplió una nueva hazaña al arribar a la sede espiritual más importante del catolicismo mexicano, donde lo primero que hizo fue arrodillarse y rezar ante la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien le dijo cuatro veces “gracias”.
Mientras sostenía un pañuelo blanco en sus manos con el que se enjugaba las lágrimas de emoción, en su escaso español señaló que su misión es a favor de “la juventud” pero también para que “el mundo y México tengan paz”.
“Los jóvenes se preocupan por las drogas, el sexo. Yo pido que busquen la felicidad y el amor. Pido por ellos a diario”, afirmó.
Emma inició su más reciente hazaña el 3 de abril pasado cuando salió de Monterrey, cerca del límite con Estados Unidos, y cruzó varios estados en 40 días de peregrinaje.
“Los jóvenes se preocupan por las drogas y el sexo. Yo pido que busquen la felicidad y el amor”
Emma Morosini
Durante su azaroso itinerario se hospedó en hoteles, hospitales, iglesias y refugios.
Antes de entrar a Ciudad de México fue alojada en la Central de Bomberos de Cuautitlán, donde nació Juan Diego, el indio mexicano al que, según la tradición, se le apareció varias veces la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac.
Su rutina en estos 40 días, desde que partió de Monterrey, ha sido comenzar a caminar desde las 6.30 de la mañana llevando consigo apenas una pequeña valija y un paraguas, así como un chaleco reflectante, para evitar accidentes en la carretera, y un gorro para protegerse del sol.
Para alimentarse, Morosini llevó consigo leche, jugo, agua y pan, recibiendo en el camino algunos donativos de frutas y verduras.
Durante su trayecto fue revisada por algunos paramédicos, con la finalidad de que su salud no corriera peligro.
Ex enfermera italiana, Emma ha dedicado los últimos 23 años de su vida a peregrinar en diferentes países hacia los santuarios sagrados de la virgen que existen en todo el mundo.
Con un recorrido que realiza a pie saliendo de diferentes lugares, la mujer agradece a la virgen haberla ayudado en una importante cirugía que tuvo a los 67 años de edad, además de realizar en cada sitio al que llega, plegarias para los jóvenes y las familias.
El 27 de diciembre de 2015, Emma había partido desde San Miguel de Tucumán, en nuestro país, rumbo a la localidad bonaerense de Luján, donde llegó el 19 de marzo tras recorrer 1.200 kilómetros, una proeza que tuvo gran repercusión en Argentina.
Justamente ayer, una imagen de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, fue entronizada en el Líbano, durante un acto del que participaron el subsecretario de Culto, Alfredo Abriani, y el cardenal argentino Leonardo Sandri.
Ocurrió tras la misa celebrada por el patriarca de la Iglesia Maronita, el cardenal Bechara Boutros Rai, en el Santuario de Nuestra Señora del Líbano, en Harissa, donde se entronizó la imagen de nuestra advocación mariana.
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