Designan “venerable” a una monja de clausura

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El papa Francisco autorizó ayer la publicación del decreto que reconoce las “virtudes heroicas” de la religiosa dominica riojana y sierva de Dios Isora María Ocampo, y la hizo “venerable”.

Conocida como “Eleonora de Santa María”, la nueva venerable nació el 14 de agosto de 1841 en Cerro Famatina y murió el 28 de diciembre de 1900 en Córdoba, según recordó una pequeña nota biográfica del Vaticano.

Ocampo entró a los 26 años como religiosa de clausura en el Monasterio de Santa Catalina, en Córdoba, donde adoptó el nombre de Sor Leonor de Santa María.

Cabe destacar que el camino hacia la santidad tiene varias etapas; la primera es la confirmación de las virtudes heroicas para ser declarado “venerable siervo de Dios”, la segunda beato, y la tercera santo.

ESCÁNDALOS Y FALTA DE VOCACIONES

En otro orden, el papa Francisco alertó ayer sobre la “hemorragia” de las vocaciones en la Iglesia católica y la atribuyó, entre otros factores, a los escándalos, en la apertura de la 71 Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI).

Francisco abrió la sesión y pidió a los obispos que le dirijan “las preguntas, las ansias y las críticas” que crean oportuno, pues, apuntó, “no es pecado criticar al papa”.

Su “primera preocupación” es “la hemorragia de vocaciones”, que consideró “el fruto envenenado de la cultura provisional y del relativismo, de la dictadura del dinero que aleja a los jóvenes de la vida consagrada, de la trágica disminución de nacimientos en este invierno demográfico y a los escándalos”, sostuvo.

“¿Cuántos seminarios, iglesias, monasterios y conventos cerrarán en los próximos años por la falta de vocaciones?”, se preguntó.

La segunda preocupación de Francisco tiene que ver con “la pobreza evangélica y la transparencia” de su Iglesia.

“Lo he aprendido como jesuita: la pobreza es madre y muro de la vida apostólica, madre porque la hace nacer y muro porque protege. Sin pobreza no hay servicio. Quien cree no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón, con una vida de lujo y gestionando los bienes de la Iglesia como si fueran suyos”, advirtió ante los prelados, y mencionó que “tenemos el deber de gestionar los bienes con ejemplaridad mediante reglas claras y comunes”.

 

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