Casi matan a un cliente en un almacén de 22 y 69, en un barrio harto de robos
Edición Impresa | 29 de Junio de 2018 | 01:35

Comerciantes y vecinos de las cercanías al parque Castelli, de 66 y 25, denunciaron que “desde hace un año y medio” la inseguridad es permanente y brutal en esa zona. Dicen que nadie está a salvo: ni los comerciantes que trabajan con miedo, ni los vecinos que son sorprendidos por los asaltantes en rutinas tan cotidianas como hacer los mandados o ir a una esquina para tomar el micro.
Una de las personas más castigadas por el accionar delictivo es la dueña de un almacén de 22 y 69. Tanto, que, según ella confió ayer a este diario, “en el último mes me vinieron a robar una vez por semana”.
“Los días martes y miércoles, entre las 21 y las 23”, detalló Marcela Carullo (50), sin pasar por alto que aunque el último episodio se ajustó a ese patrón, fue distinto porque pudo tener un desenlace trágico.
La propietaria del almacén evalúa cerrar el local, que acumula más de 35 robos en 3 décadas
“En el negocio había cuatro clientes”, recordó la mujer, uno de los cuales, un hombre de más de 40 años, “vio que dos jóvenes de entre 20 y 25 estacionaron una moto en la vereda, se bajaron y, cada uno con un arma” de fuego en la mano, caminaron decididos hacia la puerta del local.
Según Carullo, “eran las 10 de la noche, y como la puerta de entrada había quedado abierta, para impedir que se metieran este cliente se las cerró”.
Esta reacción enfureció a uno de los ladrones, quien entonces alzó su brazo, apuntó hacia la zona alta de la figura del hombre y le disparó.
“Gracias a Dios el tiro no pudo herir al cliente porque la puerta del local tiene un vidrio especial, de 3 por 3 laminado. Y la bala quedó incrustada ahí”, detalló la comerciante, señalando directo a la marca que dejó el disparo. Agregó que los agresores “también hicieron otros dos disparos, aunque fueron al aire. Si bien esta vez no me pudieron entrar a robar, fue un momento terrible, de mucho miedo y nerviosismo para todos”.
ANALIZA CERRAR EL LOCAL
Los gestos en su rostro y el tono bajo de la voz denotaban ayer el enorme desánimo que este nuevo caso de inseguridad causó en la propietaria del almacén.
“Me siento agotada, harta de sufrir tanta inseguridad. Hace 31 años que tengo este negocio y me han robado más de 35 veces. No sé qué hacer, cómo seguir, porque no se puede trabajar así”, reconoció en una charla con El DIA.
“Por eso estoy viendo ahora la posibilidad de cerrar definitivamente el negocio”, confesó amargada, sin ocultar que esa medida extrema le generaría alivio, pero -en simultáneo- una enorme frustración.
Por lo pronto, comentó que “hasta que defina qué hacer voy a instalar una reja para reforzar la seguridad de la puerta de ingreso”.
Mientras Marcela dialogaba con este diario, un grupo de vecinos y comerciantes que la acompañaba también lanzó reproches por la inseguridad en el barrio.
Entre esas personas estaba Natalia Lértora (40), que se identificó como hija del dueño de la farmacia de 68 y 21.
“Una vez entraron a robar (en ese local) y para lograrlo hicieron un simulacro de fusilamiento a mi padre y hasta a algunos ancianos que estaban como clientes”, recordó con bronca.
Luego mencionó que “en otra ocasión entraron dos ladrones armados y se llevaron también la recaudación. A partir de ahí, hubo que gastar mucha plata para instalar un blíndex para tener una pequeña antesala con ese vidrio”.
LOS RECAUDOS DEL BARRIO
Según la mujer, “esta inseguridad nos preocupa a todos, por lo que ya viene funcionando en el barrio un sistema de alarma vecinal y nos comunicamos cualquier novedad extraña a través de un grupo de WhatsApp”.
De inmediato dio a conocer que esos mecanismos de prevención de ilícitos y de otras situaciones violentas “funciona en un radio de cuatro o cinco cuadras a la redonda”.
“Nosotros tomamos estos recaudos, más allá de que a los delincuentes nada parece importarles cuando se deciden a actuar”, reflexionó la vecina.
“Ya no tomo el micro”
A pocos metros de ella, un hombre expresó a viva voz que “lo que hay que decir es que esta jurisdicción es tierra de nadie”.
Denunció que “entran a robar en los comercios, pero también atacan a las mujeres para robarles las carteras o sus celulares en la calle. A veces cuando salen a hacer las compras por el barrio o cuando van a tomar el micro para ir a trabajar”. Una vecina, a su vez, apuntó que “la inseguridad creció mucho en el último año y medio. Por eso dejé de ir al trabajo en micro; ahora voy en taxi”.
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