La elección entre Cristo y Barrabás fue del “pueblo”

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CARLOS A. IRISARRI
Abogado penalista

Estoy en contra del juicio por jurados. Designar por sorteo a un grupo de personas -excluidos los médicos- para que realicen una operación quirúrgica, no sería aceptado socialmente como una forma de mejorar la salud pública. Tampoco sería bien visto sortear gente -excluidos los ingenieros- para construir un puente. Sin embargo designar por sorteo a las personas -excluidos los abogados y los jueces- para que juzguen sobre la culpabilidad de un acusado, resulta hoy en día en la Argentina actual del discurso y el relato, una suerte de garantía de participación ciudadana y contralor popular en beneficio de la Justicia. Una incongruencia.

Las causas penales muchas veces conllevan una gran complejidad que dificulta la labor de los entendidos -especialistas del Derecho-; obvio es que la dificultad será mayor para los ajenos al Derecho.

Considerar que el ‘pueblo’ es directamente el que juzga en el juicio por jurados es atribuirle a dicho vocablo una categoría mítica, en tanto se le adjudica nunca equivocarse. Lo cierto es que juzgan como Jurados hombres comunes, buenos, malos, honestos, corruptos, inteligentes o burros según corresponda a cada una de las designaciones azarosas que se hicieran. Decir que el ‘pueblo’ juzga es una demasía con pretensión grandilocuente. Cuando la Constitución de 1853 impuso el juicio por jurados, lo hizo reaccionando frente al procedimiento inquisitivo del absolutismo monárquico. Aplicar hoy ese ideologismo es anacrónico. La mayor garantía de que no se mezclen en el juicio elementos de convicción ajenos al proceso -razones religiosas, políticas, personales- se pierde con el Jurado, pues no debe fundamentar el veredicto. Tampoco es cierto que sea la contracara de la corrupción, ya que la etapa procesal donde más se debe luchar contra ella es la inicial, sumarial o investigativa, donde no interviene el Jurado. Además, siempre será más fácil corromper a seres anónimos y desconocidos que a Jueces con buenos ingresos.

La elección entre Cristo y Barrabás no la realizó un juez técnico, sino “el pueblo”.

 

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