Un final decepcionante, acorde a la actualidad de nuestro fútbol
Edición Impresa | 1 de Julio de 2018 | 07:50

Por NICOLÁS NARDINI
nnardini@eldia.com
Y se hundió nomás. Con la eliminación de la Selección Nacional se terminó el naufragio de todo el fútbol argentino. Y fue de la peor manera, con una tormenta que arrasó con todas las ilusiones que se fundaban únicamente en la pasión de los hinchas, que decidieron creer aún cuando no había ninguna señal en esa dirección.
Con la penosa derrota propinada por Francia se consumó lo que todos, aún los más optimistas, presagiaban: una temprana eliminación ante una potencia que posee una generación emergente con un gran presente y mejor futuro por delante.
En estas páginas, el alemán Lothar Matthaus, despojado de toda subjetividad y en un análisis frío y con conocimiento, adelantó que el viaje de Argentina en Rusia terminaría ante Francia. Para muchos, fue una visión antipática, aunque tan real que asusta. Y lo dijo con el diario del sábado, no el del lunes, con lo cual toma mucho más valor. Es que la eliminación se veía venir, este equipo de Argentina jamás dio seguridades. La creencia pasó sólo por una cuestión de fe, fuera de toda razón o análisis táctico-futbolístico.
SIN DT, TODO ES MÁS DIFÍCIL
El origen del problema en la Argentina es dirigencial. Por una dinámica desgastante, en su turno dio un paso al costado, completamente agotado, Alejandro Sabella, un entrenador con mayúsculas. Se cansó de luchar contra el sistema.
Luego, llegó el momento de Gerardo Martino, quien con pros y contras, había logrado encaminar su ciclo. El Tata había logrado encontrar una estructura, aquella Selección tenía una fisonomía reconocible. Pero el rosarino también dio un paso al costado. Se marchó tras luchar contra la anarquía imperante en un fútbol argentino que ni siquiera les cedió jugadores para confeccionar la lista para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Cansado del destrato, Martino dijo adiós. Luego sobrevino el dantesco espectáculo del raid mediático de la Comisión Normalizadora (que sólo normalizó el bochorno) para elegir al sucesor. Llegó Bauza y no dio pie con bola, su ciclo fue un compendio de errores que terminó con pena y sin gloria.
Y el golpe final para el equipo nacional fue la equivocada elección de Jorge Sampaoli. Su arribo al banquillo albiceleste le costó millones a la AFA, que tuvo que romper el chanchito para cortar anticipadamente su vínculo con el Sevilla. Está claro que aquel esfuerzo no fue equivalente a lo que luego devolvió en su labor diaria el DT oriundo de Casilda.
Sampaoli fue un error en sí mismo. Jamás fue el conductor, dejó que tomaran decisiones en su nombre y, lo que es peor, las pocas que tomó, fueron equivocadas. Encarnó lo peor que un profesional puede mostrar: permanecer en un cargo de manera simbólica y sin el poder real. Careció hasta de una pizca de dignidad para dar un paso al costado cuando se consumó lo que era un secreto a voces: su corrimiento como DT en favor de una presunta autogestión de los jugadores. En definitiva, su ciclo fue un fiasco en toda regla. La frutilla del postre fue su arcaico plantel ante Francia. Contrapuso lentitud y un planteo anacrónico, a la dinámica y la velocidad de los galos. Fue el cierre de un ciclo vergonzoso. El corolario esperable en el reino de la desidia que es el fútbol argentino.
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