La responsabilidad de respetar y no malograr el patrimonio forestal

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A raíz de la pésima, o ninguna, técnica con que se realizan las podas en la Municipalidad -eliminando por completo, en algunos casos, todo el ramaje de las copas hasta dejar en pie sólo el tronco de árboles que se encuentran perfectamente sanos- hace poco menos de un mes se sugirió en esta columna que la administración comunal pidiera la opinión de especialistas sobre el mejor modo de ejecutarlas. Un asesoramiento que resulta, por lo visto, imprescindible y perentorio para preservar el patrimonio forestal existente y evitar que se sucedan, tal como viene ocurriendo, graves e irreversibles daños al arbolado público.

Sin embargo, por las evidencias que se vienen sumando, es ostensible que la Comuna no sólo desoye ésa y otras sugerencias, sino que -por lo que han sostenido algunos de sus actuales funcionarios- defiende su modo de actuar. Se podría estar, entonces, ante una alternativa ciertamente crítica para el arbolado platense, en la medida en que el municipio no corrija drásticamente la forma con que encara los operativos de poda.

Lo cierto es que siguen las podas agresivas y las talas indiscriminadas. Tal como se señaló ayer en este diario, con el arbolado platense desde hace ya mucho tiempo no se sabe a ciencia cierta cuántos ejemplares hay, cuántos faltan, cuántos se extraen, cuántos se plantan y cuál es su tasa de supervivencia.

Asimismo, si se impusieran sanciones por podas o talas clandestinas, tampoco se conoce cuántas son las denuncias... No se sabe nada más que lo que se ve. Y lo que se ve es que la Ciudad no para de perder forestación.

La acción de particulares y la del municipio, que ha encarado con diferentes justificativos una agresiva campaña de reducción de las copas y el follaje, acelera -en la óptica de muchos vecinos y profesionales- la decadencia de un modelo urbano que fue ejemplo en materia ambiental.

Las motosierras municipales acaban de atacar en 5 entre 54 y 55 a los altos árboles que formaban parte del paisaje tradicional de esa cuadra. Lo mismo ocurrió en 61 entre 22 y 23 con los imponentes olmos y plátanos que dieron sombra y cobijaron a muchas generaciones de vecinos. Además de ello, cortaron los tendidos de televisión por cable e internet, al igual que lo sucedido en 28 y 48 donde además del daño enorme causado por las podas los vecinos se quedaron sin luz ni televisión, luego del paso arrasador de las cuadrillas municipales.

Un conocido agrónomo y docente de la facultad de Ciencias Agrarias y Forestales reseñó que el arbolado público es parte del patrimonio cultural y ambiental de La Plata -“algo que se manifiesta en el amor de nuestros vecinos por nuestros árboles, jardines, plazas y parques”- y agregó que, lamentablemente, está siendo descuidando hasta niveles alarmantes.

La preocupación de vecinos y especialistas se acentúa, al advertir que la Municipalidad parece hacerse responsable de estas podas mutilatorias, sin hacerse cargo además de los múltiples ataques clandestinos que reciben muchos ejemplares.

El argumento empleado en muchas oportunidades para justificar esas intervenciones -esto es, que los árboles estaban viejos y enfermos- quedarían desmentido la mayoría de las veces por una simple observación.

Si la Comuna persistiera en su propósito de apartarse, en materia de preservación del arbolado público, de lo que dictaminan la ciencia forestal, los especialistas y las propias ordenanzas, habrá que ver entonces cuáles serían los pasos institucionales a seguir para amparar al arbolado público.

La administración actual, como las anteriores y las próximas que vengan, son las responsables directas de preservar la riqueza ambiental que supone una ciudad arbolada.

En el caso de La Plata, conviene asimismo reiterar que, al ser fundada, nació con premisas urbanísticas y culturales de vanguardia y que, entre las más salientes de ella, figuraba la de contar con un arbolado público de excelencia.

Fueron muchas las generaciones que cumplieron con el deber de preservar y acrecer ese patrimonio y, por consiguiente, le corresponde a las actuales autoridades municipales respetar -y no malograr- ese legado, que tiene un valor tan importante para nuestra comunidad.

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