No deben tolerarse los actos de violencia en los hospitales

Edición Impresa

El detallado informe relacionado a los distintos tipos de agresiones que reciben médicos, enfermeros y residentes de hospitales públicos o privados, elaborado recientemente por la Agremiación Médica platense, volvió a dejar a la vista las condiciones de inseguridad que imperan en el ámbito sanitario, aún cuando el trabajo aporta referencias novedosas acerca de la llamada violencia sanitaria.

Tal como se publicó en este diario, el informe reseña cómo en los últimos años los distintos centros de salud se han convertido en escenario habitual de incidentes, reflejados en empujones, gritos, insultos, patadas a las puertas de consultorios, ataques a trompadas a algún médico o, en episodios en los que, cada tanto, alguien que saca un arma y amenaza con comenzar a los tiros.

El trabajo, acaso el mayor que se haya hecho sobre el tema a nivel local, revela una faceta poco conocida del fenómeno: que son los enfermeros/as, el personal femenino y los profesionales más jóvenes quienes sufren la mayoría de las situaciones violentas en el sistema de salud.

Otro dato reflejado en la nota publicada en este diario –surgido de un trabajo realizado por el Instituto de Políticas Sociales para Argentina (IPSOAR)- alude a la fuerte incidencia que tienen las demoras en la atención al público y el consumo de drogas y alcohol. Aunque esto no constituye ciertamente una novedad -dado que ambas causas aparecen mencionadas con frecuencia en las crónicas de los episodios- el estudio indica que seis de cada diez agresiones responderían a una u otra situación.

Se dijo, asimismo, que si bien las manifestaciones de violencia física de pacientes hacia el personal sanitario constituyen la cara más visible del fenómeno por su fuerte repercusión, el estudio de la Agremiación Médica revela que éstas no ocupan ciertamente el primer lugar, sino que son más bien la excepción. Como se desprende de ese trabajo, la forma de violencia más frecuente en el ámbito de la salud es la psicológica, (gritos, maltratos, amenazas e insultos, que representan el 57 por ciento de los casos), seguida por la violencia interna entre profesionales (23 por ciento) y las agresiones físicas (14 por ciento), recién en tercer lugar.

No debiera ser preciso enfatizar acerca de la necesidad de que los hospitales, por la función que cumplen, por la condición en que se encuentran quienes están allí internados o acuden en busca de una consulta y, desde luego, el personal médico y auxiliar que atiende a esos pacientes, cuenten con las máximas y absolutas condiciones de seguridad. Y también, lógicamente, de serenidad.

Sólo cabe esperar, por consiguiente, que las autoridades provinciales reimpulsen todas aquellas medidas que puedan alcanzar la eficacia suficiente como para aumentar en forma sensible los márgenes de seguridad en los hospitales, permitiéndoles a los médicos y enfermeros que puedan desarrollar sus tareas sin presiones ni amenazas de ninguna índole. Y, al mismo tiempo, devolviéndoles a los pacientes -sean los internados o quienes asisten a las guardias y consultorios en los centros de salud- la tranquilidad que merecen en un sitio que existe para salvar vidas y no para ponerlas en riesgo.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE