Un cruzado posmoderno en plena Redacción

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El editor anda de escritorio en escritorio detrás de una patriada en la que no parece tener mucho éxito. En estos tiempos de crisis, corrida cambiaria, recesión, marchas de protesta en las calles e inseguridadades varias, el editor reclama “una buena noticia”.

Consciente, al fin, de la realidad que lo rodea, ni siquiera es exigente en cuanto a la cantidad. El tipo pide una; sólo una.

“¡Una buena noticia, alguien que me dé una buena noticia!”, repite casi como si lo suyo fuese un rezo pagano en un mar (debe pensar) de insensibles escribas que lo acribillan con las habituales pálidas que supimos conseguirle.

En los peores días se lo ve ensimismado en su escritorio, frente a toda la Redacción, repasando las tapas de los diarios, o navegando frenéticamente en todo sitio de noticias, portal, Twitter, o Instragram que se precie. Siempre a la caza de esa bendita y esquiva buena noticia.

Los peores momentos del día llegan cuando se debe definir la tapa. Ahí se pone fea la cosa. “¿Con esto vamos a hacer la tapa? Miren los temas: dólar, recesión, jueces corruptos, políticos corruptos, choreos... ¡La gente desayuna con el diario! ¡Si ven esta tapa, se pegan un corchazo antes de terminar la primera media luna!”, llega a exaltarse.

Hay quienes sostienen que es casi un cruzado posmodermo. Un militante de las buenas noticias. Esta semana, por ejemplo, trascendió que su frase de presentación en WhatsApp es “Sólo buenas noticias, por favor”. Un iluso, bah!

La última vez que se lo vio sonreír fue hace como veinte días, cuando descubrió que el prestigioso periódico inglés The Guardian, se había hecho eco de la historia de la “mamá-policía” que había amamantado a un bebé ajeno en el Hospital de Niños. Y además que esa historia -no dejó de recordarnos que la primicia la había dado EL DIA- se había transformado en una de las más leída y comentada entre los seguidores de la página web del diario inglés.

“Ven, ven... Las buenas noticias pagan. La gente, en todo el mundo quiere esta clase de historias”, intenta aleccionarnos (y tal vez, autoconvencerse).

Debo decir que, nosotros, los escribas, hacemos un gran esfuerzo para darle el gusto. No es necesario explicar las complicaciones que conlleva tener un jefe a disgusto. “La crisis de las buenas noticias”, le han puesto los más zumbones de la Redacción al ruego del jefe. Los muchachos, a veces, le faltan el respeto, es cierto. Pero si ud, estimado lector, quiere hacer un aporte a nuestra tranquilidad, no se prive. Buscamos buenas noticias...

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