“Siempre le decíamos que se cuide, una moto no vale la vida”

Los padres y la hermana de Nicolás Pérez Gatti contaron cómo era este joven que fue ejecutado de un tiro cuando entregaba una pizza en 81, 116 y 117. Mónica, Leonardo y Eve pidieron Justicia

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La primera vez que Nicolás Pérez Gatti tuvo que trabajar, la razón estuvo vinculada a una combinación entre la escuela secundaria y Gimnasia. Tenía 17 años, era verano y el Lobo se presentaba en Mar del Plata. La ecuación era simple y parecía resuelta, al menos hasta la charla con Mónica y Leonardo, sus padres. Esa variable cambió sus planes. “Decidimos no darle dinero en las vacaciones porque había terminado mal el colegio, como forma de castigo”, recordó Leonardo. El adolescente les preguntó “¿y cómo hago, con esta edad no me va a tomar nadie?”. Y el hombre, más a modo de broma que de consejo, le contestó: “Y, no sé, andá a trabajar amigo”. No fue una orden, pero Nicolás tomó el mensaje y cumplió: se pasó días pelando cables que su papá tenía en el fondo de la casa para vender el cobre. Con eso ahorró y cumplió su deseo de ver a Gimnasia en La Feliz.

La determinación que mostró en esa ocasión era una de las características del joven que fue asesinado a sangre fría la noche del 5 del octubre, mientras entregaba una pizza en 81 entre 116 y 117. Hacía dos meses que Nicolás se desempeñaba como repartidor en “La Italiana” y desconocidos truncaron de un tiro los anhelos del muchacho de 21 años.

Fue al Normal 2 y terminó en la Media 20. Le quedaron dos materias que hacían “renegar” a su mamá

 

La vida de Nicolás fue evocada en una charla (con muchas sonrisas y algunas lágrimas) que su familia mantuvo ayer con este diario. Una vida breve, pero intensa. Además de tripero, Pérez Gatti tenía otra pasión irrefrenable: la pelota. Los sábados solía participar en tres torneos distintos. Por eso los domingos “dormía todo el día”, acotó Eve, su hermana. Al fútbol jugó en el club Inter de Villa Elvira (en 4 y 84), desde los cinco años hasta terminar las categorías infantiles. Después tuvo pasos fugaces por CRIBA y For Ever, aunque no le interesaba dedicarse de manera profesional. Tuvo chances en Estudiantes y en Villa San Carlos -se negó con ambos-, pero su idea era terminar la secundaria y comenzar la carrera de Educación Física. Incluso a su novia la conoció por compartir equipo con el padre de ésta en uno de los campeonatos de los que era parte. Antes de entrar como delivery en “La Italiana” pasó por “El Club de la Milanesa”.

“Trabajaba para tener su plata, salir con su novia y pagarse la cuota de socio del club. Era un chico sano, no salía mucho”, sostuvo Mónica. Gran parte de esas escapadas eran con su pareja y la moto. Ese rodado posee una historia especial, que fue referida por Mónica: “Le organizamos una fiesta sorpresa en una quinta camino a Magdalena para sus 18 años. Los amigos lo llevaron engañado y cuando llegó no lo podía creer. Ahí fue que se la regalamos”. Fue la misma que tenía la jornada en la que lo asesinaron.

Con sus amigos, Bocacha (como le decían ellos) “estaba pendiente todo el tiempo”, resaltó Mónica. En el trayecto a este diario, la madre de uno de los chicos frenó a Leonardo en la calle para decirle que “lo extrañaba, porque era como otro hijo”, señaló el hombre.

En tanto, con su hermana Eve repetían un ritual todas las noches. Ella llegaba de entrenar, él de trabajar y juntos “atacaban” la heladera para comerse “todo lo que había adentro” mientras miraban en silencio algún capítulo de “Los Simpsons”.

Fue al Normal 2 y terminó en la Media 20. Le quedaron dos materias que hacían “renegar” a su mamá.

“TÍO, LE DIERON UN TIRO”

El día que lo mataron Nicolás estuvo “de acá para allá”. Su suegra se casaba y él tenía una mancha complicada en el traje gris que iba a usar en la fiesta. Su abuela lo salvó del aprieto, pero restaba resolver la cuestión de la camisa. El color fue elegido por Mónica y Eve, el moño por él. Poco antes de las 21 se fue a trabajar. Su plan consistía en estar un par de horas en la calle para luego ir al salón. Una hora y media más tarde, el timbre sonó en el hogar de los Pérez Gatti. Agustín, primo de Eve y Nicolás, traía una noticia inquietante: “Tío, a Nico le quisieron robar y le pegaron un tiro. Está en el Hospital San Martín”, le dijo a Leonardo.

“Nunca pensamos que iba a ser así, creímos que le habían dado en la pierna o en el brazo”, rememoró Eve. En el sanatorio descubrieron la verdad. Su papá está convencido de que “él debe haber querido resistirse”. “Nosotros siempre le decíamos que se cuide, que si le querían robar que entregara todo. Una moto no vale la vida”, lamentó.

 

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