Sacrificar la libertad y el bienestar del pueblo

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En el mundo de las ideas el comunismo había sido derrotado años antes de la caída del muro de Berlín y su fracaso aún en el plano económico también era ostensible. La realidad terminó imponiéndose a pesar de los obedientes esfuerzos de los partidos que casi hasta el final disciplinadamente difundían los presuntos logros de la dictadura del proletariado.

Artistas e intelectuales, entre muchos otros se habían encandilado con la Unión Soviética. Hasta la década de los 50 no era políticamente correcto criticar a los gobiernos comunistas.

Discrepar con la propaganda de Moscú llegó a ser considerado como una actitud retrograda aunque algunos intelectuales y escritores como Albert Camus señalaban las mentiras de todo ese inmenso aparato de difusión y lo hacían desde una actitud de izquierda.

La tentación totalitaria subsiste y cuesta vidas en países como Venezuela o Cuba

 

El progresismo parecía entender que la transformación social para un mejor desarrollo de los seres humanos sólo era posible a través de sistemas totalitarios. Aún en el seno del marxismo-leninismo el disenso estaba penado más allá de las fronteras soviéticas como lo demuestra el asesinato de León Trotsky.

En nuestros días la Rusia imperial de los zares y de Stalin ha encontrado un sucesor en Vladimir Putin. Resulta curioso que muchos de los gobiernos de derecha de Europa, como el de Hungría, exhiban cada vez mayores lazos políticos y económicos con el poder de Moscú mientras se alejan del proyecto europeo que construyeron básicamente los partidos social demócratas. Son cada vez más evidentes las coincidencias entre los autoritarios de cualquier signo al compás de cierta admiración por el presunto desarrollo económico que se lograría sacrificando libertades. El muro cayó hace treinta años pero la tentación totalitaria subsiste y en América latina cuesta vidas, hambre y atraso en países como Venezuela, Nicaragua y Cuba. Como en Rusia la falta de democracia no ha significado el bienestar del pueblo. El sacrificio de la libertad en nombre de la igualdad no significó el desarrollo económico y el progreso de los habitantes de ninguno de aquellos países gobernados por autoritarios que impiden siquiera poner en duda la eficacia de esos sistemas para la mejora económica, sanitaria y educativa de todos.

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