Urge actuar contra la contaminación que afecta al Río de la Plata

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El recuerdo del desastre ambiental ocurrido hace dos décadas en la localidad de Magdalena -cuando a raíz de la colisión entre dos buques se derramaron sobre el Río de la Plata más de 5 millones de metros cúbicos de petróleo que tiñeron de negro las aguas y unos 16 kilómetros de playas y humedales de ese distrito- alarmó ayer a la Región, al conocerse que se había registrado un derrame de hidrocarburos en las costas de Berisso, formándose una mancha negra cerca de la playa Bagliardi.

Tal como se informó ayer en este diario, si bien por ahora la Justicia federal platense investiga las circunstancias en que se produjo el vertido, todo indicaría que se trató de un derrame de hidrocarburos que transportaba un buque de bandera liberiana, en cercanías de las costas berissenses. Lo cierto es que, mientras la nave involucrada por orden judicial que retenida por la Prefectura, se temía que la mancha se extendiera por la ribera, de modo que todavía no podría evaluarse el impacto ecológico que podría aparejar el episodio.

Está claro, de todos modos, que el Río de la Plata sigue sufriendo desde hace décadas los efectos de una incesante contaminación orgánica e inorgánica. El tema no deja de preocupar ya que se habla de una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta que, pese a esa condición y a que se sirven de ella ciudades argentinas con poblaciones muy numerosas –en nuestra zona lo hacen La Plata, Berisso y Ensenada- carece de sistemas de defensa frente a las distintas descargas contaminantes que sufre.

Cabe recordar que, según las conclusiones ofrecidas hace seis años en un encuentro multidisciplinario que convocó a ambientalistas y expertos de distintos sectores públicos y privados, los 3 millones de kilómetros cuadrados por los que se extiende la Cuenca del Plata -desde el sur de Brasil, pasando por el oeste boliviano, el Paraguay en su amplia extensión, el norte y centro de Argentina hasta llegar a la boca del río en nuestra región- sufren en forma ostensible el gravísimo impacto de las intervenciones de la actividad humana.

Se advirtió allí que el principal objetivo de los encuentros de análisis sobre las condiciones de la Cuenca del Plata es el de coordinar acciones entre las diferentes organizaciones, con la participación de los sectores universitarios, para trabajar en la búsqueda de soluciones, un punto de conclusión que aparece como importante, al margen de las acciones directas que los gobiernos -desde luego que, principalmente, el argentino- debieran haber puesto en práctica, para revertir el estado de contaminación del río.

En anteriores ocasiones se ha insistido desde aquí en que no se puede continuar sólo en una suerte de permanente sensación de inquietud, ante la evidencia de un riesgo concreto para la salud de la Región que se abastece de agua corriente proveniente de las aguas de este río, y que además utiliza el río durante el verano para fines de esparcimiento.

Sobran estudios que han dejado en claro la gravedad del cuadro, y si bien muchas veces tales informes originaron expectativas alentadoras, al cabo de un tiempo llegaron los efectos desalentadores de la inacción. Lo cierto es que la alteración de las condiciones ambientales del Río de la Plata y el potencial peligro que constituyen las actuales anomalías para la salud de millones de habitantes, son causas más que suficientes para encarar profundas rectificaciones.

 

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