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Antiheroínas al poder: en TV, ya no hace falta que las mujeres sean bellas y fuertes

Cada vez más series optan por protagonistas femeninas antipáticas, algo que antes no parecía estar permitido: o las heroínas eran perfectas, o eran tan vulnerables que necesitaban ser “arregladas”

Antiheroínas al poder: en TV, ya no hace falta que las mujeres sean bellas y fuertes

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16 de Febrero de 2019 | 03:50
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A quien no le gustan los personajes antipáticos. Los antihéroes. Los que dicen las cosas como son, escapando a la corrección política. Los que son egoístas, pero capaces de justificar su egoísmo con su gran inteligencia. Los Sherlock. Los Tony Stark. Los sarcásticos que esconden bien profundo un buen corazón, los de moral dudosa, los que odian al mundo: de ellos es hoy el reino de la televisión.

¡Pero! En este universo de antihéroes, las mujeres escasean. Es que durante décadas, la mujer no solo fue relegada a roles de reparto, detrás del protagonista varón: cuando les tocó llevar adelante un show o película, casi siempre, al menos en Hollywood, desplegaban características ejemplares (el personaje femenino superpoderoso, excelente en todo lo que hace, que hoy intenta introducir la industria con heroínas como Rey, Mujer Maravilla y Capitana Marvel) o, directamente, eran personajes protagonistas, pero vulnerables, a la espera de ser salvadas por un príncipe encantador terrenal. Todos estamos algo rotos por dentro, por lo cual este mito “ceniciento” sienta tan bien en la audiencia, pero algo estaba claro: las mujeres, en pantalla, no podían escapar al arquetipo y comportarse como, bueno, mujeres.

La tendencia es perceptible a primera vista. Pero van algunos números: hace dos años, el portal NS realizó un estudio en base a los programas al aire en ese momento. De los pelmazos con corazón de oro, héroes sociópatas o sin escrúpulos, truhanes queribles y buenos pero no amables, apenas el 13% eran mujeres.

Por supuesto, parte del problema es que no hay suficientes mujeres protagonistas en el medio, y tampoco detrás de cámara, asegurándose de que esas voces estén representadas: un buen guionista puede escribir buenos personajes, profundos, sean masculinos, femeninos, trans, robots o perros, pero parece difícil que, sin buenas guionistas y directoras, haya una proliferación de buenos personajes femeninos en pantalla.

Así lo demuestra, de hecho, el test de Bechdel, que se ha popularizado en los últimos años por señalar con tres simples preguntas (¿hay dos mujeres en tu película? ¿Hablan entre ellas? ¿Hablan de algo que no sean hombres?) la histórica falta de representación de la voz femenina en la industria: de las más de 7.000 mil películas que existen en la base de datos dedicada al test, solo el 10% pasa las tres pruebas.

Pero vivimos tiempos de cambio. En el cine, en el mundo: en la misma base de datos, en los últimos años, más del 50% de los guiones estudiados supera las tres pruebas. Hay más creativas femeninas en la industria, un empuje desde el colectivo de actrices y directoras para que sus voces sean escuchadas y una audiencia, finalmente, más dispuesta a abrir sus mentes sobre lo que pueden hacer las mujeres en la pantalla -y también fuera de ella.

¿IMPORTA?

El resultado es que la tevé y el cine están permitiendo que las mujeres no sean simpáticas, que no sean buenas: no solo en el sentido moral (aunque eso también, con una multiplicidad de personajes egoístas y de pocos escrúpulos) sino además en su trabajo, en el amor, en todo. ¿Importa esto? ¿O es solo una movida de los ejecutivos ante una audiencia femenina empoderada en crecimiento, que ya no empatiza ni con la chica superpoderosa ni con la muchacha vulnerable?

En primer lugar, la presencia de antiheroínas en la tevé relaja las expectativas que la cultura popular, uno de los grandes educadores en nuestra sociedad de pantallas omnipresentes, deposita sobre las mujeres: no hay que ser, después de todo, perfectas o esperar a que un romance salve todo. De esto, hasta Disney se dio cuenta, empoderando a sus princesas y hasta entregando una escena paródica de su pasado en “WiFi Ralph”.

Pero más allá de la responsabilidad de la ficción sobre sus contenidos, lo cierto es que este tipo de personajes ha sacudido la televisión. El auge de los antihéroes masculinos que inició la era dorada de la tevé (con Don Draper y Walter White a la cabeza) surgió debido a que las plataformas y señales, en una terrible competencia por espectadores, comenzaron a desarrollar personajes más interesantes y adultos que los que habitualmente se veían en la pantalla chica. Ese fenómeno alcanza ahora a las mujeres protagonistas de series que no escapan a los costados más oscuros de sus personajes, que no limitan su potencial “maquillando” sus historias y características. Después de todo, el estereotipo siempre termina siendo aburrido y los personajes más atrapantes de la televisión suelen ser poco agradables.

Escuchando las necesidades de la audiencia del siglo XXI y en el marco de esta feroz guerra de ficciones que empujan los límites, los ejecutivos terminaron festejando: la diversidad, al final, vende, porque no se trata solo de diversidad de colores o géneros, sino, sobre todo, de diversidad de historias. Y el público quiere historias nuevas.

LOS NOMBRES

El subgénero de las protagonistas anitpáticas y disfuncionales ha traído nueva frescura a la televisión, y como el fenómeno es redituable no para de crecer, al punto de llevar a la pantalla chica megaestrellas del cine como Amy Adams (“Sharp Objects”) y el súper equipo de “Big Little Lies” (Nicole Kidman, Reese Witherspoon y, ahora, Meryl Streep).

Estas dos ficciones salieron al aire de HBO, que intenta ponerse al día con la tendencia muy empujada por su principal competidor, Netflix, que pareció encontrar oro con “Orange is the New Black”. Siguiendo ese modelo aparecieron shows como “Glow” y personajes como Jessica Jones o Mickey, de “Love”, parte de las comedias anti-románticas con protagonistas egoístas, alcohólicas y depresivas que tiene como excelentes exponentes “You’re the worst” (se vio por Fox) y el anti-musical “Crazy ex-girlfriend” (está en Netflix), donde, afectada por el síndrome Cenicienta, su protagonista se imagina que solo un hombre puede salvarla de su horrible depresión, deja su excelente trabajo y cruza el país para conseguir que se enamore, mientras canta de pastillas, estrés y mamás insoportables.

Y con estos éxitos, comenzaron a sonar nombres de creadoras como antes sonaban los de los hombres: algunos de los nombres más importantes de la industria abarcan hoy a la “vieja guardia” (Tina Fey, con su “Unbreakable Kimmy Schmidt” en Netflix; Jenji Kohan, una de las primeras en mostrar mujeres problemáticas con “Weeds”, y creadora de “OITNB”; Amy Poehler, que acaba de estrenar la excelente “Muñeca Rusa” en Netflix; y, claro, Shonda Rhimes) y a nuevas voces femeninas, como Rachel Bloom (protagonista y directora de “Crazy ex”) o Phoebe Waller-Bridge, parte de la última película de “Star Wars” y creadora de la brillante “Fleabag” y “Killing Eve”, uno de los grandes éxitos ocultos del 2018 que acaba de llegar a Paramount Channel y Cablevisión Flow.

 

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