Preocupa la ola de ataques vandálicos contra escuelas

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Los datos reflejados en un informe periodístico publicado ayer en este diario, reveladores de que los actos de vandalismo contra las escuelas platenses registrados en 2018 insumieron un costo de reparación de 14 millones de pesos, dejan a la vista con claridad la persistencia de una suerte de flagelo irracional que acosa desde hace muchos años a los edificios escolares de la zona, sin que las autoridades atinen a mitigar esta inexplicable ola delictiva.

Tal como se señaló, la suma de dinero volcada en reparar los daños causados a las escuelas platenses alcanzaría para construir unas catorce aulas nuevas dotadas de última tecnología, en una ciudad en la que, como dato contrastante, las instituciones educativas tienen largas listas de espera por falta de vacantes. Tal como se dijo, la inquietante estadística se desprende de un relevamiento oficial que comprende al período enero-diciembre de 2018.

Quienes elaboraron el informe destacaron que la cifra de $14 millones contempla hurtos de electrodomésticos, elementos musicales, aparatos tecnológicos y medidores de gas; daños por reparaciones; roturas de ventanas y rejas; rotura de estufas, mochilas en los baños y azulejos, daños de pintura, grifería, entre otros.

Aludieron así a que los gastos ocasionados son los que se desprenden del vandalismo sistemático, sin contemplarse en ellos los daños mayores de aquellos establecimientos que sufrieron, por ejemplo, incendios parciales o totales.

Según se indicó desde la Comuna, fueron más de 30 los hechos vandálicos denunciados durante el período mayo-diciembre del año pasado. Ante ese panorama, en el ámbito educativo se habla de episodios cada vez más frecuentes, la mayoría de ellos nunca esclarecidos. Asimismo, se dijo que un creciente número de directivos, ante un panorama que es tan reiterado optan por no presentar la denuncia policial.

Está claro que toda partida de dinero que se aplica en reparar daños causados por el vandalismo, es recurso que se le quita al mantenimiento diario a las escuelas platenses. Además, el flagelo del vandalismo no concluye en el daño o en el robo causados, sino que apareja consecuencias nocivas para la vida escolar, entre otras, muchas veces, la obligada suspensión de clases hasta que se reparan los destrozos.

Se ha dicho en esta columna que en el caso de las escuelas, en general los autores cometen desmanes, provocan un gran desorden en las oficinas administrativas y llegan a robar elementos de valor, como computadoras o algún equipo de audio o video. Pero según la metodología que se repite en cada caso, el propósito está más centrado en el ataque vandálico que en el robo. Muchos de los establecimientos que han sido víctimas de este tipo de hechos son, además, modestas escuelas de barrios muy humildes.

Es evidente que en la mayoría de los casos registrados, el problema adquiere connotaciones y una dimensión más preocupante, que seguramente incluye aspectos relacionados a cuestiones educativas, sociales y culturales que debieran ponderarse. Pero lo que urge es que el Estado extreme recursos y estrategias para defender el patrimonio de las escuelas, revertir la indisculpable situación de indefensión en que se encuentran y, al mismo tiempo, individualizar y castigar con el peso de la ley a los responsables.

 

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