Imputaron por asesinato al racista que atacó las mezquitas

La primera ministra de Nueva Zelanda consideró la masacre como un hecho terrorista y se comprometió a revisar el permisivo sistema de compra de armas que rige en el país

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CHRISTCHUrCH

El extremista de ultraderecha que el viernes provocó un baño de sangre en dos mezquitas de Nueva Zelanda, donde mató a tiros a 50 fieles, luego de que ayer hallaran a otro cadáver, hizo el signo de los supremacistas blancos ante el tribunal de la ciudad de Christchurch, que ayer lo imputo por múltirples asesinatos.

El australiano Brenton Tarrant, de 28 años, ex preparador físico y “fascista” autoproclamado, escuchó impasible la lectura de los cargos en su contra. De pie, esposado y ataviado con una bata blanca de detenido, Tarrant hizo con la mano derecha el signo de OK, uniendo pulgar e índice, símbolo utilizado en todo el mundo por los adeptos del supremacismo blanco.

Frente al tribunal, los hijos de un hombre afgano de 71 años, Daoud Nabi, que murió en la matanza, clamaban justicia.

“TERRORISTA”

La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, calificó de “terrorista” el ataque y dijo que fue una de las “jornadas más sombrías jamás vividas por Nueva Zelanda”.

El balance de víctimas mortales ascendió a 50 luego de que las autoridades hallaran un cuerpo en la tareas de evacuación de las dos mezquitas. La policía anunció que 36 personas siguen hospitalizadas.

Ardern subrayó que las víctimas o heridos del atentado -el más sangriento de la época contemporánea contra musulmanes en un país occidental- venían de varios países musulmanes.

Portando un velo oscuro, la primera ministra neozelandesa se reunió ayer con supervivientes y familiares de las víctimas, en un colegio que se transformó en centro de informaciones para los afectados por la matanza. Sahra Ahmed, una neozelandesa de origen somalí, se sintió emocionada por el gesto de Ardern. “Significa mucho para nosotros. Es como si nos hubiese dicho: ‘Estoy con ustedes’”, afirmó.

“Seguimos amando a este país” afirmó por su lado Ibrahim Abdul Halim, imán de la mezquita de Linwood, una de las dos atacadas, y prometió que los extremistas “jamás mermarán nuestra confianza”.

Esta tragedia ha conmocionado a Nueva Zelanda, un país de cinco millones de habitantes, y donde solo el 1% de la población se declara musulmana. En este país, que se enorgullece de ser un lugar apacible y acogedor, se registran apenas unos 50 asesinatos por año.

Un gran movimiento de solidaridad interconfesional se ha apoderado de todo el país, con millones de dólares de donaciones, y compras de alimentos para las víctimas. Muchos neozelandeses se propusieron para acompañar a los musulmanes que tenían miedo a salir a la calle.

Ardern había asegurado en una rueda de prensa que el sospechoso había acumulado todo un arsenal y tenía permiso de armas. La primera ministra prometió reformas. “Les garantizo que nuestras leyes sobre armas van a cambiar”, dijo. (AFP)

 

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