Selección: ¿Y si probamos con contratar un DT?

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Por NICOLÁS NARDINI

nnardini@eldia.com

Lo justo es justo. Desde el punto de vista reglamentario, Lionel Scaloni hizo todos los deberes. Nadie podrá decirle que usurpó su título de entrenador. El DT de Pujato realizó todos los cursos correspondientes para quedar habilitado para ejercer, en la Real Federación Española de Fútbol. Completó incluso hasta recibir el carnet UEFA B, el máximo escalón otorgado por la casa madre del fútbol ibérico.

Realizó los cursillos, los rubricó trabajando en el fútbol base (divisiones juveniles) y completó una segunda etapa en la que compartió aulas, por ejemplo, con el oriental Walter Pandiani, con quien jugó en el mejor Deportivo La Coruña de la historia, donde lograron la gloria.

En los papeles, entonces, no hay nada para reprocharle a Scaloni, aparece inmaculado. Ahora bien, toda aquella formación en tierras españoles, donde la exigencia -vale decirlo- es muy grande, apenas fue la base para salir al mundo laboral del fútbol.

Tras aquella etapa formativa, el hoy DT de la Selección, quien cuenta con el respaldo de una carrera prolongada y exitosa en el fútbol europeo, donde adquirió conocimientos en las grandes ligas del Viejo Continente, apenas ejerció en su nueva función -ya sin pantalones cortos- por unos meses en las juveniles del Mallorca y luego al lado de Jorge Sampaoli, aunque como un colaborador de segundo orden.

El cuestionado DT albiceleste en Rusia 2018 lo sumó como analista de los rivales en su paso por Sevilla, lo que vulgarmente en la Argentina solía llamarse como el trabajo de “espía”, cuando los CT solían tener tres o cuatro integrantes.

El proceso de Sampaoli en el equipo andaluz se vio interrumpido, como se recordará, cuando la AFA decidió ir en su búsqueda. Al marcharse del equipo “nervionense”, Sampa llevó a Scaloni a la Selección Nacional. Lo incorporó como un colaborador de tercer orden, que luego supo escalar algunos peldaños por su buena llegada a varios componentes de la “vieja guardia” albiceleste.

De la noche a la mañana, tras los desaguisados del equipo nacional en el penoso mundial de Rusia, Scaloni, que había llegado a la AFA como un actor de reparto en el núcleo de trabajo de Sampaoli, se encontró con la posibilidad de tomar el timón del equipo principal. Fue una inconcebible chapuza de la AFA, que ante la incapacidad para contratar a alguien de renombre o, al menos, con algún recorrido como técnico principal, optó por ofrecerle un “interinato”, luego devenido en cargo formal. En el curriculum sólo pesó, aunque parezca una ironía, el título logrado con el Sub-20 en L´Alcudia, un mini torneo que se realiza en el verano europeo seguido principalmente por los “ojeadores” de los grandes clubes para sumar futuros valores. Valor cero.

Así, sin ninguna experiencia como técnico principal en mayores, Scaloni llegó a la Selección. La dirigencia de la AFA, de esta manera, le baja el precio y el prestigio a un puesto al cual solían llegar, como premio, los mejores de nuestro país a nivel clubes.

Hubo un tiempo en que Huracán de 1973 fue catapulta para el Flaco Menotti, Estudiantes de 1982 para el Doctor Bilardo, River multicampeón para Passarella, Vélez campeón de 1998 para Bielsa y Estudiantes 2009-10 para Sabella. Lo propio ocurrió tiempo después con Tata Martino. Aquella lógica llevaría indefectiblemente a Gallardo al banquillo albiceleste, aunque infinidad de factores se interponen en un eventual camino común entre el Muñeco y la Argentina.

La AFA perdió tiempo coqueteando con imposibles, como Simeone y Pochettino, hizo el ridículo al hacer circular el nombre de Guardiola -el propio Pep los ninguneó en una rueda de prensa- y dejó escapar a Gareca, que al quedarse sin hojas en el manual de las excusas para dilatar la firma de un contrato, terminó renovando con Perú al ver que ni siquiera lo sondearían. Hasta ese lujo se dieron en Viamonte. Por todo eso, hoy Argentina tiene a un aprendiz en el cargo más importante de nuestro fútbol.

Quizás Scaloni sea un gran DT en cuatro o cinco años, pero Argentina no puede darse el lujo de ser tomada como un banco de pruebas, es una falta de respeto para el cargo y para todos sus colegas que vienen haciendo su camino desde abajo.

 

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