Todavía no somos conscientes de lo que hizo

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Por FERNANDO ALEGRE

falegre@eldia.com

Cuando uno repasa la historia de Emanuel Ginóbili, valora aún más lo hecho por el bahiense. Y es que, pese a haber nacido dentro de una familia relacionada con el básquet, el más chico de los tres hermanos nunca fue considerado un virtuoso, e incluso tuvo que soportar vivir varios momentos bajo la sombra de Sebastián y Leandro (ya jugadores de Liga Nacional), y luego hacer lo propio detrás de “Pepe” Sánchez. De esa necesidad constante, insaciable de superación, se alimentó el motor con el que Manu enarboló una carrera de la cual aún hoy no se toma la dimensión adecuada. A partir de ese deseo de competir, de medirse constantemente con los mejores, llegó el salto a Europa.

El Kinder Bologna lo acuñó en su primera experiencia en el Viejo Continente, y el bahiense no defraudó. Ya en la segunda temporada en el elenco italiano, un joven Ginóbili fue la figura estelar de un equipo que dominaría Italia y posteriormente Europa.

Tras su gloria con el Kinder, llegó el momento de colocar la bandera albiceleste en el Olimpo del deporte.

Junto al mejor equipo de la historia nacional, Indiana fue una muestra real de lo que sucedería dos años luego, en la máxima cita, las Olimpíadas de Atenas 2004. Pese a esto, un insólito fallo no cobrado en la final ante Yugoslavia retrasó algo que ni el más optimista creía posible, la consagración dorada para una Generación que supo trascender el rectángulo de juego.

Previo al Oro en 2004, Manu sorprendió a todos siendo campeón con San Antonio en su primera temporada en la NBA. Como si eso fuera poco, logró lo mismo en 2005, 2007 (junto a Oberto) y 2014, recuperándose de la final perdida en 2013, en siete juegos ante Miami.

Además, el bahiense, revalorizó el concepto de “suplente”. Sin dudas ayer se escribió una página más en su rica historia, esa que habrá que leer y releer porque sigue siendo increíble, aún hoy.

 

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