Doulas, mamás de las futuras madres

Cada vez son más las mujeres que eligen ser protegidas y aconsejadas durante la gestación, el parto y el puerperio por estas “expertas en acompañar”. No son médicas y aseguran que tampoco matronas, pero buscan que cada alumbramiento “esté lleno de la mayor felicidad posible”

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Por CECILIA FAMÁ / Fotos SEBASTIÁN CASALI

vivirbien@eldia.com

“No somos personal sanitario, ni nos encargamos del trabajo de las matronas; lo que hacemos las doulas es proteger a las madres y asegurarnos de que las únicas protagonistas del nacimiento sean ellas y sus bebés. Nuestro objetivo es intentar facilitar que el parto sea fisiológico y respetado; después, hacemos de mamás de la nueva mamá. La escuchamos, protegemos su sueño y su intimidad. Nos aseguramos de que se alimente, se higienice, le hacemos masajes y le damos abrazos. Cocinamos, limpiamos… Todo lo que ella necesite para poder afrontar física y emocionalmente su nuevo papel. Estamos en absoluta disposición para la madre”. Desde Málaga, donde se mudó hace varios años, Jimena Kahlo revela y resume con precisión las claves de una actividad que empezó a desempeñar tiempo atrás en nuestra ciudad.

En dialogo con Vivir Bien, esta doula “made in La Plata” despeja algunas dudas habituales, instaladas en el imaginario colectivo. Ser acompañada por una de ellas no significa necesariamente querer tener un parto domiciliario, ni decidir de antemano parir fisiológicamente, sin intervenciones médicas. Muy por el contrario de lo que se cree, una doula puede acompañar todo tipo de parto, sea en viviendas o en instituciones. De hecho, en nuestra región, tanto en el Instituto del Diagnóstico local como en la Clínica de la Ribera ensenadense, hay programas que contemplan la inclusión de estas guardianas del nacimiento para la asistencia de las embarazadas que se atienden con las obstetras de la institución (ver aparte), arriben a cesáreas o partos naturales.

A pesar de sus resonancias arábigas, que le confieren cierta mística ancestral, la palabra doula es un neologismo de cuño anglosajón. Sus raíces se hunden, sí, en el Mediterráneo antiguo: en Grecia se llamaba de esa manera a las esclavas, o a las prisioneras de guerra que a cambio de su vida aceptaban servir a una de las familias victoriosas. En algunos casos, estas cautivas tenían origen noble, y se les asignaba la educación de los hijos de sus amos. De acuerdo con el diccionario Merriam-Webster, en la actualidad se denomina así a una mujer “experimentada en nacimientos, que provee consejo, información, soporte emocional y bienestar físico a una madre antes, durante y en la primera etapa posterior al alumbramiento”.

“De lo que se trata es de propiciar un parto respetado”, cuenta Agustina Mieri -más conocida por su sobrenombre, ‘Lican’-, quien oficia como doula desde hace cuatro años. Estas intervenciones cuentan con respaldo legal formal: los pedidos de acompañamiento de una doula en el parto deben ser acatados en cualquier ámbito, de acuerdo con lo que manda la ley de Parto Respetado, que se sancionó en 2015 con el número 25.929 para que cada embarazada tenga la chance de optar por dónde y cómo parir.

La palabra “doula” es de origen griego y se tradujo como “esclava”, pero mutó y ahora está asociada con “una mujer que ha tenido hijos y se pone al servicio de otra mujer que está por parir, acompañándola durante el embarazo, el trabajo de parto, parto y puerperio”, según la definición de “Doulas de Argentina” (DAR)

 

“No tenemos conocimientos médicos; sí humanos y fisiológicos. Somos complemento de un momento bisagra de la mujer, como es el de ser madre. Un hecho que puede ser empoderador o frustrante. Y nosotras estamos ahí para que sea lleno y rodeado de amor. Como dice Michel Odent: ‘quien nace con amor, vive con amor’”, asegura Agustina, citando a un obstetra francés referente del “parto humanizado”.

CONEXIÓN, ARMONÍA, LUZ. El 17 de febrero de 2019 llegó al mundo Benito. Fue a la madrugada, en la sala de partos del Hospital Italiano de La Plata. Su mamá despidió el tapón mucoso en una reunión familiar en La Plata y comenzó con su trabajo de parto estando cerca de la institución donde iba a nacer su hijo, pero no tan cerca como se había imaginado con su compañero que estaría en el momento previo a recibir al bebé.

Eugenia Pons (36) y Ezequiel Vega (34) pensaban que el trabajo de parto sería en su casa rodeada de verde, en Punta Lara; a solas, con luz tenue, con música… Pero se vieron en una habitación de hospital, con una pareja al lado. La mamá, hoy con su bebé de dos meses en brazos, cuenta que el acompañamiento de sus doulas durante el embarazo fue fundamental para poder atravesar ese momento previo a la llegada de su hijo: “me interné a la 1 de la mañana, sin dilatación, ya había fisurado bolsa. Nos vimos en una situación muy alejada de lo que habíamos planeado, pero empezamos a aplicar un montón de consejos que nos habían dado Florencia y Agustina: buscamos un rincón de la habitación, nos abstrajimos. Empezamos con los masajes, los mimos, la meditación, la respiración y fuimos generando la oxitocina necesaria para el parto. Fue hermoso sentir que lo estábamos haciendo en equipo”.

“Cuando Ezequiel y yo pudimos sentirnos solos, concentrarnos en lo que teníamos que hacer, empezaron las contracciones y todo se fue dando de manera natural. Luego, en la sala de partos, pedimos que bajaran la luz, que no cortaran el cordón umbilical hasta que nuestro bebé estuviera en mis brazos y un ratito en contacto conmigo. Nos respetaron todos estos pedidos. Benito nació a las 6.25 de la mañana y fue muy importante todo lo que vivimos previamente para hacer aún más feliz ese momento. Se lo voy a agradecer a las doulas toda mi vida; fueron grandes compañeras”, sostiene la flamante mamá.

DOS EXPERIENCIAS SOÑADAS. Camila Guevara es mamá de Ayün (dos años) y Gingko (un mes y medio) y también es doula. Junto a su compañero, Facundo, vivieron dos partos fisiológicos, ambos domiciliarios. El último, en un medio acuático.

En una breve pausa de su nueva vida con dos hijos, Camila charló un ratito con Vivir Bien, un poco susurrando, velando la siesta del pequeño Gingko. “Me formé como doula bastante antes de ser mamá, investigando un poco el mundo de las embarazadas, que siempre me cautivó, y explorando bastante acerca de los partos respetados. En La Plata no encontré a nadie que me formara como doula sin haber sido mamá, así que me encontré con Ana Feruggia, de ‘Venir al mundo’ y ahí comencé a prepararme en esta misión de acompañar a las mujeres que van a ser mamás”, repasa Camila.

Al poco tiempo, ella misma quedó embarazada, y recurrió a Ana como doula. “Tuvimos su acompañamiento y la posibilidad de tener los dos partos en casa. En el primero, a pesar de todo, había mucha incertidumbre, porque no tenés mucha idea… de todos modos, cuando contratás a una partera, siempre hay un plan B ante cualquier imprevisto médico. Eso nos dejaba tranquilos, pero no fue necesario. El segundo fue más relajado e incluso pudimos hacerlo en el agua, que es una experiencia increíble, casi sin dolor, muy natural. La recomiendo mucho como mamá, y también como doula”, asegura Camila.

“Quizás el rol de la doula radique en su capacidad de llevar a los papás a un lugar que ni nos imaginamos” sostiene, “a tener una conexión con el bebé desde la panza, propiciar un parto pleno, a ser partícipes en todo sentido. Emocionalmente es una tarea enorme”.

SER DOULA. Jimena Kahlo explica que “se puede llegar a ser doula de distintas formas. Podés elegir un enfoque más formal llevando a cabo una formación presencial, y también existen alternativas online. Algunas están organizadas por alguna asociación o se trata de doulas que decidieron formar a otras. Una tercera opción puede ser la de aprender desde la experiencia acompañando mujeres, de forma personal. Esta manera de formarse es la más ancestral y es la que yo elegí, aprendiendo junto a Silvia Schmidt, en La Plata. En Argentina, es cierto que cada vez está más en auge la formación “formal” en formato de “clase teórica”. Y proliferan las instancias. Pero sin dudar, yo destaco la formación de DAR (Doulas Argentinas) porque tiene un enfoque altamente fisiológico además de asegurar ética y calidad”.

“Descubrí el acompañamiento a la maternidad durante mi propio puerperio. El nacimiento de mi hijo Joaquín fue tan violento y el puerperio fue tan intenso que compartir, escuchar y empatizar comenzó siendo una herramienta de auto sanación, lógicamente. Durante los primeros meses de mi puerperio desperté y descubrí cosas que no podía guardarme para mí. Sentía la necesidad de compartir y transmitir mi experiencia a otras mujeres”, recuerda: “por eso comencé haciendo tribu y facilitando espacios de encuentros donde apoyarnos entre nosotras. En esa primera etapa, como activista me parecía sumamente importante visibilizar la violencia obstétrica, informar sobre el parto respetado, sobre la lactancia materna y sobre la crianza respetuosa. Fue pasando el tiempo, y mientras Joaquín crecía, yo lo hacía con él. De repente me di cuenta de que estaba rodeada de mujeres de manera cotidiana y sin elegirlo o ni siquiera pensarlo estaba comenzando a acompañar como lo hace una doula”.

“Nosotras acompañamos el proceso emocional de la mamá. Desde los encuentros prenatales que hacemos a partir del primer trimestre del embarazo hasta el puerperio, pasando por el parto si la mamá o la pareja lo requiere. No hay ningún caso igual al otro. Las necesidades las marcan los papás”, cuenta Agustina Mieri desde la República de los Niños, mientras cuida a un pequeño de 1 año y 8 meses que fue gestado con su acompañamiento como doula.

“Lican” realiza los encuentros junto a su tía Florencia, partera demás de doula. “Los encuentros se inician el primer miércoles de cada mes, son cuatro y duran dos horas y media. Las familias vienen cuando están entrando al tercer trimestre del embarazo, y hablamos de fisiología del parto, lactancia y necesidades del recién nacido. En los encuentros prácticos trabajamos con la respiración, el reconocimiento del suelo pélvico, y corporalmente”. Cada una de estas sesiones puede tener un costo de $500 pesos, y las embarazadas pueden ir acompañadas (puede ser su pareja, tanto como una madre o amiga).

“El valor del acompañamiento de una doula es variable, porque una puede estar dos o tres horas, pero también días, lo que me ha pasado. En lo particular, hasta el momento, he elegido que las familias paguen lo que sienten que vale el acompañamiento y acorde con lo que puedan”, finaliza Agustina.

Hay muchos espacios en donde encontrar información sobre partos respetados y doulas, que comparten sus experiencias desde las redes sociales. El de Agustina se llama “Amamachar”; Jimena Kahlo lo hace desde su web personal, con su nombre. “Lorena Ribot, Gimnasia para Embarazadas” es otro spot digital en el que se puede encontrar asesoramiento para dar la bienvenida a un bebé de un modo natural y respetado, en compañía de mujeres que se ponen al servicio de otras en la etapa más importante de sus vidas… que es la de dar vida.

 

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