Le hicieron una ruleta rusa, le robaron y antes de escapar le dieron la mano
Edición Impresa | 5 de Abril de 2019 | 02:01

Alberto vivió sus 47 años en La Plata, pero hasta ayer a la madrugada no había experimentado esa terrible sensación por la que atraviesan tantos vecinos de la Ciudad todos los días: tener la sensación de la propia muerte de un instante para otro, sin previo aviso, en el lugar que se supone es el más seguro, el hogar.
Alberto es un gestor contable que integra el plantel profesional del Servicio Penitenciario Bonaerense, pero también estudia mecánica dental en la Universidad Nacional de La Plata (está en segundo año) y es fotógrafo.
Soltero, comparte con una amiga los gastos de alquiler del departamento en el que viven, en el primer piso de un edificio de 14 entre 38 y 39, donde ayer a la madrugada tuvo un despertar inesperado.
Los responsables fueron dos delincuentes que a las 3.30 de la mañana se colaron en esa vivienda con la modalidad “hombre araña” (desde las alturas), para robarle todo el dinero que tenía. Eso no fue lo peor, ya que le gatillaron dos veces y, antes de irse, le dieron las gracias “por lo bien que se portó”.
“Levantaron la persiana del comedor y forzaron la puerta del balcón”, contó Alberto, que no se enteró de la presencia de los intrusos hasta que uno de ellos le presionó en el cuello el acero de un cuchillo que tomaron de la cocina y le apuntaron con una linterna directo a los ojos. Lo primero que le dijeron fue “no te hagas el loco porque te vendieron”, justo antes de que arrancaran con el clásico “danos toda la guita” y procedieran a atarle las manos con el ambo azul que él había usado el miércoles y las piernas con sus cinturones.
Aunque usaron capuchas para ocultar los rostros y buzos a modo de guantes para no dejar huellas, Alberto está convencido de que hasta ahí llegaba la planificación del robo. “Me decían que abajo los estaban esperando otros dos hombres en un auto”, pero él no les creyó, sobre todo porque desistieron de llevarse objetos grandes.
Mientras uno revisaba el departamento en busca de dinero, el que se quedó en el cuarto vigilando a la víctima hurgó en el placard hasta dar con los 20 mil pesos que los dueños tenían guardados para pagar el alquiler y otros gastos. No fue lo único que encontró: “Vio mi campera del Servicio Penitenciario y ahí llamó a su amigo”, recordó Alberto sin poder evitar estremecerse de nuevo en ese tramo de la charla con este diario.
Es que el que irrumpió en el cuarto tenía un revólver calibre 22 que apoyó en su cabeza mientras el otro le sugería “matalo, que es vigilante”. Y el atacante lo intentó.
“Me gatilló dos veces, pero como la bala no salió me dijo ‘tenés suerte’. Jugaron a la ruleta rusa conmigo”, reflexionó Alberto, sin pasar por alto otro momento terrorífico en esa experiencia que duró casi media hora. Sucedió una vez que los intrusos descubrieron a su amiga durmiendo en el cuarto lindero.
“Cuando escuchaba el clic del gatillo pensaba ‘bueno, ya está’. Me sentí morir”
Alberto Víctima
“Ah, tenés a tu putita acá”, le espetaron a Alberto, quien, aún paralizado de miedo, los desafió, “mátenme a mí, pero no le hagan nada a ella”. Por suerte, los dos ladrones acordaron dejarla encerrada en su habitación sin el celular y sin atarla, bajo amenaza de lastimarla si intentaba alguna maniobra. La chica no se arriesgó.
Finalmente los jóvenes escaparon por la puerta principal, con dinero, billeteras, documentación, la cámara de fotos de Alberto, computadoras, algo de ropa y celulares, que cargaron en bolsos de los damnificados. Desde adentro, ellos escucharon a los intrusos bajar por las escaleras porque “el ascensor no llegaba”, tras lo cual la amiga de Alberto lo liberó de las ataduras para que saliera a la calle a pedir ayuda.
En una panchería de 13 y 39 le prestaron el teléfono con el que llamó a la Policía. Más tarde hicieron la denuncia en la comisaría Segunda y policías de Científica trabajaron en el departamento, aunque “no encontraron huellas”, según le adelantaron a Alberto.
En el año y medio que llevan viviendo en ese departamento, el hombre y su amiga no supieron de otro episodio de inseguridad de ese calibre. Sí escruches. El edificio no tiene cámaras de seguridad, pero los investigadores ya localizaron algunas cercanas. Alberto también podría sumar datos para esclarecer el caso: “A uno le vi la cara perfectamente”, reveló, “cuando se me acercó para mostrarme el reloj que iba a robarme”. Más allá de cómo resulte la causa, a las víctimas las sentenciaron al miedo: “Siento todavía el olor a jabón blanco de uno de los tipos” -cerró Alberto-, “no se cómo voy a seguir durmiendo ahí”.
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