El fuego lo moldeó y lo hizo el piloto más valiente de la historia

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Su historia de fortaleza y superación parece irreal, propia de un personaje de un comic con superpoderes. El 1 de agosto de 1976, en el circuito de Nurburgring, Niki Lauda escribió una de las páginas más dramáticas de la Fórmula 1 y empezó a convertirse, por lejos, en el piloto más valiente de la categoría.

Tras estrellarse y quedar atrapado en el interior de su Ferrari envuelta en llamas, el austríaco sufrió gravísimas quemaduras en todo el cuerpo y llegó a recibir la extremaunción en el hospital donde lo internaron. Todos creyeron que la muerte era inevitable, menos él. E inició una recuperación récord, que lo pasó por los tratamientos más severos, peligrosos y dolorosos, y que terminó 42 días después con él vestido otra vez de piloto, y decidido a recuperar los puntos perdidos en su ausencia de las pistas a manos del inglés James Hunt, a fin de dar batalla y revalidar su título de campeón del mundo. No lo consiguió. Pero se transformó en un ejemplo de tenacidad, valor y competitividad jamás vistos hasta entonces en la máxima categoría del automovilismo.

Su fuerza y dedicación lo premiaron con otros dos títulos mundiales, uno con Ferrari y el restante con McLaren, que lo ubicaron en la galería de los mejores corredores de la historia.

La película “Rush: pasión y gloria”, de 2013, cuenta este capítulo de su rica historia con lujo de detalle y le rinde tributo de manera cabal.

 

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